Artículos indeterminados
Rubén Suárez
BAGHEERA
A Josep Boan (+), María Pilar Rosanes y Jesús Boan
Bagheera, por si a alguien se le escapa, es el apelativo de una pantera negra llevada al cine animado y repleto de vida. El escritor británico Rudyar Kipling tiene la culpa de este nombre propio al bautizar así a uno de los personajes en su famosa obra El libro de la selva. En la trama, Kipling narra que unos jóvenes padres pierden a su hijo en los bosques de la India cuando escapaban del ataque de un malvado tigre de Bengala devorador de hombres. Bagheera, junto con el oso Baloo, enseñan al niño perdido y protagonista Mowgli, a sobrevivir en la selva además de enfrentarse a ese ser perverso apodado Shere Kan.
..."a partir de aquí les escribo sobre un hecho real"...
Lo malo es que después de refrescar esta historia a partir de aquí les escribo sobre un hecho real, con nombres y apellidos reales y cuyo final no se parece en nada a este cuento de ficción. Pongamos que la selva es el mundo en el que vivimos. Selvas urbanas repletas de buenas gentes que bien podrían pasar por osos Baloo´s y otros – deseo que no sean tantos como pienso – por conciudadanos execrables. Dentro de esa jungla hay unos humanos que tienen una profesión cuyo fin es asistir a sus semejantes cuando de emergencias hablamos. Y en esta rama son muchos los profesionales que operan en distintos y especializados departamentos. Los bomberos somos – entre los que me incluyo – como una navaja multiusos abarcando una amalgama de conocimientos que sirven para atender a los más variopintos asuntos que pueden darse dentro de lo cotidiano. Incluidos los gatos y hasta un zorro que nos tuvo un par de días ocupados en sacarlo de una estrecha canalización de aguas pluviales. El animal salió envuelto en una manta, lavado y peinado y largándose a paso ligero sin dar las gracias ni mirar atrás.
"Lo que sigue no es tan tierno ni dulce como este último ejemplo,
ni es frívolo ni sensacionalista"...
Lo que sigue no es tan tierno ni dulce como este último ejemplo, ni es frívolo ni sensacionalista. Simplemente es un día normal en el que el gremio hace su trabajo, sin distinciones, sin medallas y sin un reconocimiento de esos con ropa de gala, banda de música y vino de confraternidad tal y como las administraciones y sus políticos hacen con otros colectivos. Por decir, hasta los uniformes que vestimos no se reconocen de los decolorados que están.
Imaginen las tres de la tarde de agosto en un Parque de Bomberos. Una buena guardia por la tropa que estamos, generando agradable y empática convivencia por lo que la comida se cuece en común y, justo cuando estás paleando el último bocado, suena el teléfono. La placidez se despoja con un repentino golpe de adrenalina que recorre tu cuerpo a la velocidad de la luz. Transcribes los datos en tu cuaderno de notas entretanto con señas vas indicando a tus compañeros que jaleo se nos viene encima para darle un acelerón a la premura. Cuando cuelgas la llamada con la operadora de la sala del CAE112, escupes toda la información mientras vestimos el E.P.I. oportuno: Nos vamos de rescate a un acantilado cerca del Finisterrae con un senderista que equivocadamente siguió el tortuoso y empinado camino usado por los percebeiros hasta que trastabilló. Y ahí lo tenemos con una pierna rota y el acojone en el cuerpo de verse donde está.
...“vamos cagando leches"...
Cuando tienes el disfraz a medio vestir el sonido del teléfono vuelve a aparecer con lo cual ya interpretas dos cosas: O anulan la salida porque la providencia echó un cable y de alguna manera fue capaz de salir del atolladero o bien es que la situación se complicó y la urgencia pasa a un “vamos cagando leches”. Ni una ni otra. Fue la peor. La nueva información nos traslada un accidente en el que está implicado un vehículo y varias motos con diversos heridos. Tienes un segundo para decidir que haces porque te acaba de tocar la lotería con dos emergencias importantes, por lo que abordas con toda lógica la más grave. Lo sentimos por el senderista pero no hubo más alternativa que dejarlo en otras manos.
..."Detrás, al otro lado del guardarrail hay un hombre que tiene la mirada fija en nosotros".
Ambulancia con sanitarios del servicio de urgencias y nosotros llegamos a la par al siniestro, observando que los destrozos revelan que el asunto es muy grave. Saltamos el guardarrail y nos encontramos con una persona muy joven inerte. Según la monitorización parece que su vida cuelga de un hilo. Trágicamente se nos queda en las manos al médico de urgencias y a mí. Nos miramos confirmando lo peor. Detrás, al otro lado del guardarrail hay un hombre que tiene la mirada fija en nosotros. Veo en su cara una lógica expresión descompuesta. El médico se dirige a él y le comunica el duro desenlace. Escucho como pronuncia repetidas veces el nombre del joven que está en el badén al tiempo que se echa las manos a la cabeza. Vuelvo a la carretera e intento consolarlo de alguna manera, ofreciendo simplemente la compañía para no dejarlo solo. Escucho como habla con su mujer y se me hace un nudo en la garganta. Deambula sosegadamente por el asfalto, incrédulo. Te acercas y le hablas. Poco a poco te vas enterando de su vida, de la excursión en moto que un padre y un hijo habían realizado desde Barcelona hasta el Cabo del fin de la tierra y del que acababan de iniciar la vuelta. Una y otra vez me pongo en la piel de Jesús en ese solitario y alterado regreso y el desgarro emocional de una madre que espera a mil kilómetros.
..."Necesitaba contarle y ella necesitaba escuchar"...
Ya pasaron cuatro años y hubo algo que en los dieciocho que llevo de servicio no me había sucedido antes. Tras una noticia en los telediarios como una de tantas en las que te viste, decidí contactar con la madre de Josep. Necesitaba contarle y ella necesitaba escuchar. Hace tiempo que no hablamos, le digo que cada día que entro a trabajar me acuerdo de su hijo Josep porque paso por esa maldita curva donde algunos demonios siguen apareciendo a más velocidad de la debida. La misma velocidad a la que un imprudente conductor venía circulando carretera atrás según relataron dos testigos hasta que se llevó por delante a Josep.
María Pilar me había dicho que no desea el olvido para su hijo y yo le prometí colaborar con unas líneas. Me enteré hace poco leyendo una nueva entrevista, que Josep bautizó a su moto negra como Bagheera y por momentos pienso que la justicia a veces, en sus tretas, es pariente de Shere Kan al saber el veredicto que les suele caer a estos cabrones que matan tan impunemente.