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ABRIL

A Pancho y a Ramón Barbazán

Me lo encontré el otro día y con una grata sorpresa que no pude disimular porque me abracé a él como si me hubiese abrazado a una parte de la historia. Y en realidad así era. Este verano su nombre salió en una conversación de playa, de esas que evocan al recuerdo y a la nostalgia de como se nos va el tiempo cada vez que pestañeamos. Lo vi de espaldas, sentado con unos amigos. Su pelo canoso y su peinado – al menos el que perdura agarrado a la dermis – lo seguía identificando. Me acerqué por el flanco derecho con la alegría de haberme topado con un tesoro, con uno de esos tipos que en los pueblos pequeños tienen una huella escrita en la vida social y nocturna. Y hoy me apetece darle a la tecla mientras late el corazón, mientras respiramos.

- Pancho, cabronazo, que no sabemos nada de ti. Te has vuelto un ermitaño!! - le solté. Joder, que alegría verte. Donde cojones te metes? Te encerraste en Chantada y te olvidaste del mundo.

- Hostia, Fignon!! Que bien te conservas cabrón – me espetó. Yo ahora – tendrían que escucharlo con su voz tan peculiar y característica – paseo más por el monte. Salgo todos los días a hablar con los pájaros y los raposos y del ser humano no quiero saber nada, es un hijo de puta.

..."El Calypso recogía la selección natural de la noche nicrariense".

 

Pancho pasó por varios trabajos para acabar embarcado unos años y darle remate a la vida laboral, porque tiene el espíritu de la aventura, de esa inestabilidad emocional que te permite deambular por la existencia experimentando pasiones. Pero sin duda creo que todos guardamos la memoria indeleble del Pancho hostelero. Tabernero en el Bergando, detrás de la barra de madera que años más tarde pintó de negro y la luz blanca dio paso al neón. Pancho recibía así a un ambiente noctámbulo donde al insomnio se le sacaba partido en un renovado local con un nombre tan extraño para un pueblo de interior como tan evocador para su propietario.

 

El Calypso recogía la selección natural de la noche nicrariense. Los güiskis y las ginebras, los bourbon de las dos de la madrugada en un día de semana solo pertenecían a las verdaderas almas de la luna y de la niebla invernal barcalesa. Aquellas que quitaban horas al sueño a cambio del encuentro con las musas, a una conversación de las de verdad, sin teléfonos por el medio, sin más tecnología que un buen equipo de música del momento y los mejores álbumes de rock; a cambio de unos guantes de boxeo con Pancho, a cambio del gesto de un pausado pastor alemán que se llamaba Tom o a una Montesa Cota con la que cabalgaba por la tarde. A una etapa que a los jóvenes de ahora se les escapa porque es lo que toca, porque los que entendamos este cuento lo hacemos bañándonos en el oro de los 70, los 80 y una buena parte de los 90, sintiendo un aroma más especial que todo lo que percibimos ahora. Será que nos hacemos mayores y vemos como algunos se van.

..."Imaginen que viajamos en el tiempo con nuestros

primeros vinos en la taberna de Chucho de Flora"...

 

Imaginen que viajamos en el tiempo con nuestros primeros vinos en la taberna de Chucho de Flora, que subimos la Carrera de San Mauro y Bicicletas Saraiva tiene su local en las casetas y Jaime ejerce allí de peluquero o Ermitas con su frutería, los padres de Barca la carnicería e idem la lienzo con Aurelia y que en los domingos el aceite freía los mejores churros en las Pachecas. Que las chuches y los petardos se compran en otra caseta que era de Consuelo, una tía abuela de Purita la peluquera y que con todo el cariño y respeto era conocida como "La Pequeñita", o en la de Lola que quedaba detrás de la capilla; que diez metros más arriba estaba la ferretería de Xolián, que el padre de mi amigo Escudero ejercía de médico en su casa y pegado a ella estaba la sastrería de Rial. Que la casa del Patrón fue un símbolo de arquitectura Indiana y que la mesa sobre la que escribo vino de allí; que en Freire Bazar había de todo, que Isolino era un ultramarinos en frente al de Lula; que las fotos tenían su estudio en Louro y cruzando la calle la joyería y el pan de Floriano; que la farmacia de Fabeiro sigue en el mismo sitio y a su lado había un barbero, Confecciones Magapa tenía moda y Okey te recordaba al anuncio de Sanyo; que un poco más arriba seguía apostando por su empresa Motos Vigo o Spar era el super; que las Baronas, las de Pancho y Dorinda eran mercería y habitando entre ellas se podían comprar libros, papelería o droguería. O en el taller de Chema vi el primer Citröen Tiburón sin olvidar la carnicería de Barreiro y el ruído de la sierra cortando huesos. Cuando existió el Bar Xallas pero los menús del Bar Bouzas eran de Master Chef mientras en el Bar Carballo los callos fueron delicatessen. Que la cartera para el cole y los zapatones Gorila se compraban en Paquita o que en el solar que hay en frente a la Casa de Cultura estaba telefónica pinchando conversaciones y Moncho hizo una apuesta arriesgada abriendo una tienda de deportes cuando salir a correr era una ofensa porque representaba holgazanería o en la ferretería de Cantorna se compraban artículos para la pesca de río y justo antes estuvo la sucursal del Banesto. Que la esquina era una de las cafeterías de más ambiente, que en La Mezquita se hacían bodas y bautizos y la parada de taxis sufrió los mismos cambios de ubicación que de orientación.

..."Atrás se quedan tantos espíritus como locales"...

 

Y pasabas por todos estas puertas y algunas más que no se nombran después de tu primer brebaje de uva blanca en taza de veinticinco pesetas para seguir completando la cirrosis en el Chispa, en el Chapi, en O Pallal; bajar al Raíces o subir a bailar con diosas griegas en la Tersipcore o que la Charada era la conexión con el pop y La Terraza una de las primeras cafeterías con estilo en el pueblo. Que otro Pancho también apostó por el entretenimiento abriendo el Pub 34 y sus pelis de vídeo y la primera pizzería se llamó Tango´s.

Atrás se quedan tantos espíritus como locales. La esencia de un pueblo pasa por sus gentes y algunos no deben olvidarse, al menos quiero negarme a que los de mi generación dejemos atrás nombres propios que ya no están y que sin duda pertenecieron a esa movida.

..."El espacio más pequeño y entrañable que colgó las bolas de espejos,

el humo de los cigarrillos Ducados y el Larios con naranja en vaso de tubo"...

Hoy me quedo con un local, con la Abril, la disco Abril, la de la movida del pop-rock. El espacio más pequeño y entrañable que colgó las bolas de espejos, el humo de los cigarrillos Ducados y el Larios con naranja en vaso de tubo. Aquel santuario prohibido cuando en 1983 los del setenta teníamos trece veranos y la sangre caminaba hacia la rebeldía de la adolescencia. Abril se convirtió en el Seiscientos y hoy Ramón Barbazán se fue, echando el cierre, con una frase mítica en un amanecer lluvioso aporreando la puerta desde afuera porque no lo dejaban entrar en un día de doblete.

- Cabrones, abridme, sé que estáis dentro. Esto es un invierno - imitando a John Rambo.

Imagino que ya estará con sus colegas Ito y Marino y alguno más. Con un << “Evry body caint for yu” Rubén de Moa>>, como me decía. Con un millón de anécdotas que deja en el aire.

Abril - El600.JPG

La antigua Abril - El6cientos

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Bar Carballo

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