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AQUEL VIEJO CLAVO

Los golpes de martillo en el pitón sonaban como una campana de iglesia.

 

Mis primeras montañas las encontré a los trece años, en la excursión de octavo de EGB a Cantabria y Cangas de Onís. Subimos en autobús la ya mítica carretera de la Vuelta Ciclista a España hasta los Lagos de Covadonga. La bicicleta siempre ha tenido en mí un seguidor. Además de imaginar a los ídolos del momento en aquellas rampas, apareció el espectáculo de los lagos y los Picos de Europa. Había una montaña preciosa que destacaba de las demás. Tenía algo de nieve y despertaba ese espíritu de subir a su cumbre. Era la Torre de Santa María con el nevero de Cemba Vieya. Lo supe justamente diez años más tarde.

 

Al año siguiente mi padre descubrió que veía entusiasmado un documental en la televisión.Eran los primeros programas de Al filo de lo imposible. El colorido del material, el tintineo de los mosquetones y una enorme pared vertical a la que se enfrentaban unos escaladores.

 

Imposible lo dijo mi padre. ¡Ni se te ocurra hacer eso en la vida a no ser que quieras matarte!

Y tardé en hacerlo. En Negreira no había escaladores, tampoco tenía mucha oportunidad para ir a otro sitio a conocer alguno y ni por asomo aparecía otra alma inquieta que pensase en montañas. Solo había jugadores de fútbol y algunos de baloncesto. Yo encontré mi sitio en el piragüismo. A fin de cuentas, era un deporte muy en contacto con la naturaleza. Y algunas competiciones, como los descensos, concedían esa dosis de emoción que un aventurero oculto en el interior de sí mismo necesitaba. Hubo suerte. A través de la Diputación, llegó al pueblo un curso de iniciación al montañismo. Orientación y técnica de rapel. La mili, una acampada y nace una asociación de aire libre: Movimento de Monte Miñato. Por moverse, por el monte y por el ave que tanto vuela por aquí. Pero me faltaba la montaña.

Encontré un libro en la librería Remuiño. Y después, sin imaginar que acabaría trabajando allí unos años, encontré otros libros de Pérez de Tudela en sus estanterías: "Yo vi al Yeti", "Norte y Sur" y "Mi cuaderno del Himalaya".

Con el tiempo hasta conseguí que me lo firmase el autor. Se lo llevó Andrés Villar de mi parte en unas jornadas de montaña que daban juntos. ¡Se sorprendió muchísimo cuando vio el ejemplar por el tiempo pasado y por el cariño que le tenía!
Para mí fue como una enciclopedia.....

Llegué a Cangas de Onís en agosto de 1993 de la mano de Ramón, mi entrenador de atletismo para subir corriendo la carretera de los Lagos. Fue un buen entrenamiento que hicimos durante dos día.

Cuatro meses más tarde volví a encontrarme con las montañas y con algo muy importante que enriquece la vida. Amistad.

TUÑÓN. Una tienda de material de montaña. Carmen Menéndez, me vendió mi primera cuerda, mi primer arnés que era de color rosa; mis dos primeros mosquetones y un ocho. Los puentes fueron los mejores lugares verticales que podría encontrar. Ponte de Ons, la pared del embalse en Liñaio, Ponte de Ceilán en Noia y el imponente Ponte Ulla. ¡Que mal lo pasé allí en mi primer gran rapel de 50 metros con la cuerda de 9 mm! Mis tardes de sábado tenían ahí su cita. Saltando, descendiendo, moviéndome por el interior del arco del puente y escalando el peñasco que hay encima del túnel.

 

Y volvimos a Cangas de Onís. Conocí otra montaña y después empecé a viajar solo en los días contados de tiempo libre. Me acerqué a ella. Me sedujo aunque daba un poco de miedo. Miré hacia arriba y creí que algún día tendría que escalarla. Cerca de casa y en un lugar fantástico encontré otra piedra muchísimo más pequeña pero que me enseñó mucho, muchísimo. Creo que me lo enseñó todo. Y me empapé de libros, de guías, de vidas de alpinistas y exploradores. Sentí el frío de los hielos y el abismo de la escalada en cada una de sus letras..

NACIÓ LA PASIÓN Y ESE SENTIMIENTO DE LA MONTAÑA. Leer y viajar por los mapas. Intentar llevar un diario o al menos escribir lo que sentía. A vivir y conocer Picos de Europa cada vez que podía acercarme. A buscar y disfrutar todo lo que podía encontrar cerca de casa. ¡Y cuantas veces solo!Al carro de la aventura se sumó David, Tino, Beto... Pues eso, que escribía algunas cosas y un periódico local se atrevió a publicarlas. Incluso una revista, Aire Libre, me publicó un artículo. 

Tino se murió en un accidente de tráfico en abril de 1997.Tenía 18 años. 
A veces voy a visitarlo.

Por fin escalamos el Naranjo la mejor cordada que uno podía imaginar! Tres friends y cuatro amigos en cordadas de dos.

Inicié un proyecto que titulé "15 aventuras al final del camino". Cuando conocí a Andrés Villar le propuse sacarlo adelante. Al final fueron "40 aventuras". Cada una que aparecía daba pie a otra. Abrimos un montón de itinerarios para la aventura. Creo que jamás hubiésemos imaginado tantas actividades concentradas en un espacio geográfico reducido y con tanta calidad. El barranco del Xallas es el mejor ejemplo. De la soledad a encontrarse con gente realizando todas estas actividades. Solo había que abrir una puerta.

 

Con Andrés Villar cambió todo. El Naranjo fue algo más que la sur directa de los Martínez: apertura de vías como la Finisterrae, Luar, Centenario y Quijote. O escalar la Pidal - Cainejo el día de su fiesta. El nombre de Negreira apareció en revistas y libros de montaña.

 

Foto izquierda:Apertura vía "Centenario"..

Lloré de emoción después de los 670 metros y 14 horas de escalada en la  apertura de Centenario

En el refugio de Urriellu después de un rescate

Inolvidable la celebración del Centenario en el Naranjo de Bulnes y compartir la cumbre con tantos buenos amigos y conocidos y leyendas como Pedro Udaondo.

Y se fue sumando más gente a la escalada: Borja, Marcial, Loki, Fany, Pablo, José Ramón, Jorge, Mónica, Albano, Brais y hoy me encuentro con escaladores en cualquier sitio donde haya una buena piedra. Hasta podemos escalar en invierno en el rocódromo que consiguió Andrés para Noia. Todo un mérito para esta zona y que parece nunca nadie de la "comunidad" se lo ha agradecido. Hoy tengo hasta rocódromo en mi trabajo.

 

El Urriellu, el Naranjo de Bulnes y la piedra Serpal. Que alturas tan diferentes y que tan buenos momentos en los dos. Me empapé de historia del monolito asturiano como hicieron y hacen una infinidad de aprendices de escaladores.Su primera escalada. Los primeros en su cumbre un 4 de agosto de 1904 y todos los que le siguieron en un laberinto de nuevas vías de escalada. No pude evitar emular aquellas gestas y trasladarlas a algo tan sumamente inferior como la piedra de San Xoan do Carballoso, la piedra del Mirador do Castelo. Era una cuestión personal de crear historia, de guardar aquellos momentos, no solo en una serie de fotografías en papel. Desde luego que ya la habían subido pero otra cosa era hacerlo por aquella grieta. Una fisura vertical que para mi nivel y conocimientos del momento era todo un reto. Con un paciente David que me daba cuerda desde abajo y los sonidos de martillo golpeando los clavos que me aseguraban y aupaban en escalada artificial hasta lo alto del granito. Después fueron muchas tardes solitarias allí, asegurado al clavo de la foto que da inicio al blog. Con un shunt como compañero de cordada cuando no aparecía David o Beto. Y de allí a descubrir la vieja escuela de Baroña (Porto do Son) que unos aficionados al alpinismo y a la escalada, principalmente de Santiago de Compostela, comenzaron entre los años 1978 y 1983 a utilizar las rocas próximas al Castro para practicar este deporte tan minoritario en aquellos años. Apasionados que pertenecían al desaparecido Club Alpino Universitario. Pepe Jiménez, Ángel Cabeza, Alejandro Carreño y Antonio Fuentetaja.

 

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Mientras tanto, yo compartía y encontraba mi sitio en la Pedra Serpal

Y nació también la escalada en el cañón del Tambre abriendo la vía más larga de la zona. "Paredes de agua" con 120 metros, con David, Beto y María.

La piedra Serpal ahora está equipada con descuelgues y chapas relucientes donde fue necesario, respetando las fisuras como escuela para la colocación de friends y fisureros. Aquellos viejos clavos estuvieron allí, en su fisura, desde el día que fueron colocados en la apertura. Ahora los he retirado, formando parte de los recuerdos tangibles que tiene uno. La vía "Cerro Torre". Ese nombre viene de una de las montañas o paredes verticales más bonitas de la tierra y que está azotada por los vientos. Igual que en esta cara de la Serpal que contrasta enormemente con la que da a la Ría. 

A fin de cuentas hay que seguir dando cuerda. La vida es demasiado bonita como para dejarla pasar sin más. Y quien nace con el espíritu de la aventura sabe que necesita pisar todos los espacios posibles que se pueda permitir. Somos una especie de nómadas que salimos siempre del mismo sitio. Mi premisa es: "La vida es un teatro y hay que adaptarse a cada escenario".

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