top of page

ARGENTINA

Argentina.png

Se lo debo a ella pero también me lo debo a mí y a mis recuerdos para no olvidarla nunca. No soy de los que anotan en el calendario los hechos importantes que ubican en el tiempo experiencias vitales, pero esta sí la guardo dejando en el aire que sucedió al final de una tarde de mayo de 2019. Se lo debo a su mirada que albergaba recelo al encontrarse con dos desconocidos a las puertas de su casa, aunque mi acompañante fuese también mujer y pudiese aportar algo de confianza a la visita inesperada. Se lo debo a la imagen de sus manos, como otras tantas que vemos en cualquier lugar, como las muchas que vi en quince días de pateo electoral. Como las que veo a diario con mis padres, que flirteando ya con el adiós a la existencia siguen con dignidad al pie del cañón, acumulando en la piel las huellas de trabajo duro y del sacrificio.

 

Es una falta de respeto decir la edad de una dama pero me doy la licencia para descubrir que el día que la conocí, a sus ochenta y cuatro años, la encontré cogiendo un hacha con la que cortaba unas ramas y que, en la rapidez de un reflejo, la soltó para esconderla bajo el miedo a perder su pensión por estar trabajando.

..."Me había metido en el fregado que por regla general nadie te recomienda mientras otros,

al contrario, lo aplauden con entusiasmo y expectación".

 

Me había metido en el fregado que por regla general nadie te recomienda mientras otros, al contrario, lo aplauden con entusiasmo y expectación. Después están aquellos que te sueltan sin cortarse un pelo que solo debe hacerse si se le quita tajada, o peor aún, si alguien advierte que si va es para sacar algo. Entonces es cuando te acuerdas de todos los cabrones pasados y los que puedan venir, que en su beneficio mancharon el nombre de otros que se lo curran; de muchos desconocidos y casi anónimos cuyos nombres y apellidos no pasan por más gloria que pertenecer, opinar y arrimar el hombro en eso que llaman comités. O esas nuevas asambleas ciudadanas que venían a ser mejores que los citados, ofertando consejos que después ya veré si lo aplico. Elijan el que prefieran para dirigirse con fanatismo a su ombligo y si eso, que cada uno defienda su trinchera o bien entren en su escenario más cotidiano como el que ustedes habitan profesionalmente y hagan análisis si ejerciendo el mismo cometido todos son tan nobles y perfectos. Yo decidí lanzarme a esa cruzada echando por delante la pica de un Quijote y el romanticismo de un poeta para cargar la mala intención de complicarme algo más los días y un honor, que solo por ser partícipe activo de la democracia, ya tiene el beneplácito de ponerse en duda.

"Yo decidí lanzarme a esa cruzada

echando por delante la pica de un Quijote y el romanticismo de un poeta..."

 

Decía que se lo debía a ella y a mis recuerdos. Bajamos del coche acompañando con naturalidad un saludo amable que pudiese transmitir cercanía y para nada la desconfianza. Intenciones poco creíbles en la actualidad. Cuando soltó el hacha no pudo estirarse para vernos porque la propia vida físicamente la había ido encorvando pero sin doblegarse ante ella. A nuestras buenas tardes respondió con alegría y a mi pregunta que si todavía estaba trabajando contestó con desparpajo que no, que ya no lo hacía.

Le enseñé la foto de portada de un programa electoral y le pregunté si me parecía a ese. Me dijo que si y que estaba muy guapo. Quise creerlo y me presenté formalmente.

 

- Y usted, como se llama? – le pregunté.

- Argentina.

 

Le di el tríptico y leyó mi nombre mientras yo solo acerté a disculparme por molestarla. Giró la cabeza y volvió a mirarme con unos ojos que habían recogido todo el color con el que el cielo despejado pintó el día. Entramos en conversación, ganando tranquilidad hasta acabar sentados en un muro y contándonos la vida durante un buen rato.

..."Giró la cabeza y volvió a mirarme con unos ojos que habían recogido

todo el color con el que el cielo despejado pintó el día."

 

Sentí nostalgia por aquel rincón de vecindad que se había quedado vacío de almas, quizá porque acompañándola entendí la misma soledad que llevaba percibiendo a lo largo de los días con un tempus fugit tangible. Sin haber pisado una frontera, su nombre llegó del Río de la Plata, de los tacones que bailan tangos y del país más largo de Sudamérica. No pude evitar preguntar porqué la habían bautizado con ese topónimo que despertaba intriga y exotismo. Ella me contestó que esa misma pregunta se la había hecho alguien hace años cuando tuvo que cubrirle unos trámites burocráticos. Ella sólo pudo responder que fue su padre quien lo decidió aunque ninguno de ellos hubiese estado en Argentina.

 

- Argentina, tenemos algo en común – le dije. Mi nombre también viene de allí, de un amigo de mi padre que se llama Rubén porque en 1970 en Negreira no había ninguno pero ahora ya somos unos cuantos.

 

Siguió contándome anécdotas de su vida, de lo que quiso hablarme abiertamente, de lo que le tocó sufrir para salir adelante como otros muchos y que aún recordando las penas sostenía que ante lo que sea una debe intentar estar siempre alegre. Y así lo expresa su mirada de ojos azules a través de los cuales viajé por sus paisajes, por sus momentos tristes y sus días de fiesta.

 

- Argentina, tienes unos ojos muy bonitos y aún lo eres pero tu de joven me parece que eras muy guapa. Y no es cumplido – sentencié.

 

Ella se rió. Me miró y con la timidez de un susurro acompañando una leve sonrisa, me contó que eso decían. Volví al mes siguiente y seguiré volviendo. En casa estaba su hijo José trabajando en la vieja carpintería, sobreviviendo en el tiempo. Tomamos café y charlamos durante dos horas pero eso nos pertenece sólo a nosotros y estas líneas a una mujer humilde que se queda en mi corazón.

bottom of page