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CANCIÓN TRISTE DE HILL STREET

En el ecuador de mis cincuenta y dos me siento en un sillón en la sala de estar de mis padres. Ocupa el mismo sitio al igual que lo hace la mesa de comedor con sus seis sillas restauradas, antes de que la polilla se las comiese como el reloj devora el tiempo.

Muevo la vista a la izquierda y observo el setentero mueble pegado a la pared. Los portaretratos se fueron adueñando de las baldas, arrimados a algunos libros sueltos y acuñando humildes dosis de inmortalidad para aquellos cuya fotografía supone cierta presencia entre los vivos.

En un armario del mueble anida un botellero con licores dignos de un anticuario y una pequeña selección de figuritas completan una aureola retro. Algunos elementos fueron cambiando, como las ventanas de aluminio y doble cristal que sustituyeron a unas de madera, las cuales requerían más mantenimiento que el Seat 124 de color naranja con el que un trabajado sueldo llegaba a casa. También fueron mudando los sofás, la alfombra del suelo, la lámpara del techo y un televisor que también se ubica donde antes estuvieron otros. Sin embargo todo parece seguir igual, rezumando nostalgia.

..."Las canicas y la peonza estaban de moda y, alejados de cualquier entretenimiento tecnológico,

fue él quien me enseñó a lanzarla y que girase encima de un terrazo más duro que el turrón del Almendro"...

 

Recuerdo las noches de invierno como las de 1980, siendo niño todavía, cuando mi padre llegaba lo suficientemente temprano para cenar juntos. Mi abuela solía acostarse pronto mientras nosotros nos íbamos a la sala. Las canicas y la peonza estaban de moda y, alejados de cualquier entretenimiento tecnológico, fue él quien me enseñó a lanzarla y que girase encima de un terrazo más duro que el turrón del Almendro. Una bilbaína calentaba a golpe de leña la cocina, dejando pulular algo de temperatura para el resto de la casa y, en la más distante y fría sala, una estufa catalítica caldeaba un ambiente que se volvía peligrosamente somnoliento. Mi madre podría estar calcetando un nuevo jersey, tomando las medidas del cuello, de las mangas o el ancho de los hombros y revisando los colores con los que había decidido darle un toque de diseño.

..."Nuestras madres fueron las heroínas de las familias"...

Nuestras madres fueron las heroínas de las familias. Las Milano de nuestro Cuéntame como pasó particular, fiel reflejo en una serie que nació años después, cuando el destino trae una extensión familiar. Ellas fueron las remendadoras que prolongaban la vida de un pantalón de tergal a base de rodilleras o alargaban las perneras de un chándal de algodón con un puño de calceta, compitiendo con unos centímetros de crecimiento por curso escolar.

 

Quizá a alguien de las conciencias actuales le suene muy machista – me la trae al pairo dentro del sentido común –, si digo que los dos hombres de la casa nos arrodillábamos en una esquina de la alfombra, improvisando una partida de canicas donde él casi siempre se dejaba perder y, de vez en cuando, entregarme cinco pesetas como premio a la victoria. Con ese “duro” compraba los boliches que acostumbraba a perder en las partidas que disputamos en un campo de tierra, una parcela detrás del ayuntamiento convertido en un jardín de reivindicaciones.

Ya bien entrada la década de los ochenta, cruzó el umbral un televisor Telefunken, con su caja gris y esas tres chapitas en rojo, verde y azul que lucían como las medallas en la chaqueta de un general. Un símbolo de color que nos acercaba a la clase media en una aportación de modernidad y progreso.

..."Por citar algunas, Dallas, Dinastía o Falcon Crest entraban en las modestas viviendas

durante cincuenta minutos con efluvios de riqueza y conspiraciones por el poder"...

 

Aquellos adolescentes de los ochenta nos pegábamos a la pantalla siguiendo un sinfín de series que, junto a la música, nos hace pensar a los que peregrinamos por ella que no se pudo haber vivido una década mejor.

Por citar algunas, Dallas, Dinastía o Falcon Crest entraban en las modestas viviendas durante cincuenta minutos con efluvios de riqueza y conspiraciones por el poder.

El Equipo A, Magnum P.I., El gran héroe americano o El coche fantástico despertaban la sed de justicia mientras la comedia se envolvía en un Matrimonio con hijos, El príncipe de Bel Air o en un peluche extraterrestre llamado Alf. Los problemas crecen y eso nos lleva a pensar en Aquellos maravillosos años como un peaje a la melancolía. Y todo eran Cosas de casa a La hora de Bill Cosby. Nos embobamos con el amor empalagoso de una Dama de rosa vista al otro lado del Cristal aunque, quizá, Nostradamus se guardó en sus secretos que la letra V pertenecía al miedo dictatorial de una inVasión alienígena.

Son muchas las que se quedan en el tintero entre tantas que pasearon por nuestras miradas, sin tener muy claro cual de esos productos hollywoodenses fue nuestro preferido. Así que voy a optar a que desfilen por la memoria mientras me detengo en el romanticismo de “Luz de luna” y el exotismo de “Miami vice”.

..."Porque a veces, la vida tiene una música y un titulo que bien puede ser

una Canción triste de Hill Street"...

El broche final me lo reservo para esa “intro” que empieza con el sonido rasgado de un portal al abrirse, un largo y característico coche policial saliendo a la calle con un destellante puente de luces rojas y el ruido abocinado de la sirena. Coches, que cuando hundían una rueda en un bache el cubre llantas salía rodando. Una banda sonora que retumba en mi interior como un himno a un tiempo, tal vez porque con aquellos uniformados de azul marino y un nuevo formato televisivo, ensoñaron al que escribe con la idea de ser como esos policías de barrio que también arrastraban sus problemas personales en la serie.

 

Porque a veces, la vida tiene una música y un titulo que bien puede ser una Canción triste de Hill Street, los Hill Street Blues. Y para terminar, claro, no podría ser de otra manera, haciendo un homenaje al sargento Phil Esterhaus, interpretado por Michael Conrad: “Be careful out there”. Tengan cuidado ahí fuera, en un mundo que parece haber perdido los modales.

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