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CIMAS DE AMISTAD

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Las amistades se escriben con "T" de tiempo donde es posible que las hojas de los calendarios señalen cuanto perduran, pero son las experiencias y a veces un mínimo detalle, un ínfimo momento, lo que llena de intensidad un día y completa el vacío de no haberse visto en muchos meses. O quizá, al revés, la facilidad que ofrece encontrarse en un día a día, charlar cotidianamente con el aroma de un café rodeados de un ambiente casi tangible y que todo pase desapercibido hasta que aparece algo distinto y te acerca con una percepción diferente.

 

Con Silvia y Daniel fue casi una sorpresa. Me pillaron apurando los últimos kilómetros de la primera etapa del Camino de Santiago a Fisterra para detallarlos, describirlos e iniciar un trabajo que tenía en la agenda desde hacía mucho tiempo pensando en el 2021.  

Avisaron que llegaban y Negreira una ocasión más, los retuvo con la amabilidad del silencio y tranquilidad que las tardes de los pueblos regalan y, aunque siempre se necesita esa economía que traen los visitantes o que los propios vecinos debemos generar, el sosiego también es calidad de vida. Me esperaron para verme aparecer montado en bicicleta, con los bártulos como si viajase hacia un destino interminable con miles de kilómetros por delante y, bien pensado, literalmente la meta era el fin de la tierra. 

Viajan en autocaravana, con su perro "Sua", que junto con Dani son campeones del mundo de esos deportes nuevos que aparecen entre tanta fauna atleta. Ambos practican el "bikejokerin" y estos medallistas de oro pararon, durmieron y cenaron por esta villa.  Fue un placer estar de nuevo con vosotros y que mis planes del día siguiente no solo se viesen modificados si no que los hubieseis alterado de la mejor manera posible y que vuestro viaje aumentase hacia el cielo, al encuentro con los dioses celtas en la cima de A Moa en el Monte Pindo y, casi como siempre, el dios eolo pusiese a prueba nuestro equilibrio a fuerza de ráfagas de viento. En nuestro abrazo y tres regiones distintas, no existía diferencia alguna y solo acumulaba todas las imágenes y leyendas de las piedras fantasmagóricas que fuimos dejando atrás hasta que desde la cumbre fue el paisaje quien llenó de adjetivos vuestras retinas. Después de despedirnos y la deuda de volver a vernos, por la tarde volví a subirme a la bici y seguir mi Camino, sin prisa, con tiempo para un café con una entrañable mujer que atiende peregrinos y que solo su nombre obliga a detenerse.

Con Visitación la parada fue antagónica a la pausa pero mi itinerario incluía demasiadas interrupciones para fotografiar y la certeza de alguna que otra charla hasta llegar a Olveiroa donde Pury, la hospitalera del albergue, me reconoció después de tanto tiempo, Quizá por eso vuelvo a insistir que la amistad se escribe con "T" y algunos privilegios se dejen ver en esos mínimos detalles de los que hablaba al principio cuando nos concedió a mi bicicleta y a mi la mejor casa de todas las que comprende el alojamiento. Al día siguiente llegué al Finisterrae con una tarjeta de memoria tan cargada de escenas que aún hoy no sé ni por cual empezar.

"...Después de despedirnos y la deuda de volver a vernos,

por la tarde volví a subirme a la bici y seguir mi Camino, sin prisa,

con tiempo para un café con una entrañable mujer que atiende peregrinos y que solo su nombre obliga a detenerse"...

Silvia y Dani son deportistas, viven del deporte y se alimentan de la aventura. Jose, Chemita, vive del motor pero "respira" con el deporte. Corre, nada como un pato porque reconoce que no tiene el nivel de un pez y se mueve en bici de carretera recordando cuando me llama Fignon, que hubo un tiempo en que ambos compartíamos el mundo del pedal. Jose se vuelve imparable para evadirse. Coincidimos en Louro, en la playa de San Francisco, en los veranos de arena fina y agua fría pero tan cristalina como cualquier playa del Caribe y que perfila una costa tan espectacular que la mano de Dios dicen se apoyó sobre ella para crearla. Louro con días de sol hace justicia a esa Galifornia a la que no necesitamos parecernos porque tenemos identidad propia aunque el juego de topónimos tiene su gracia, sobre todo añadiendo San Francisco y Galifornia, porque como dirían The Mammas & the Papas en California dreamin, también tenemos un cielo que está gris pero otras muchas tiene el mismo color del océano y un monte Louro que siluetea la estampa más característica de ese lugar. Jose me dijo que tenía ganas de pisar el punto más alto pero sin mayor atrevimiento a hacerlo. Salimos a correr una mañana sin la idea de meternos en la dura subida y la única intención de bordear esta colina. Cuando alcanzamos el sendero que llega a la carretera del faro, arrancamos con resuello hasta el primer pico que alberga los restos de la capilla de la Madalena y un vértice geodésico que señala la primera altura porque Monte Louro son dos cumbres en una, como mellizas.

..."Jose miró a un lado y a otro y sintió el vértigo o tal vez una aproximación al onirismo

porque mirase a donde mirase todo le parecía una alucinación". 

Mientras ascendíamos Jose se detenía buscando el paisaje y a cambio yo le pedía que no lo hiciese, que reservase ese momento para la cima, que cuando se viese entre la intensidad del azul del cielo y el azul del mar liberase la admiración. Y surgió la fascinación en quien nunca se vio con la mirada de un montañero que alcanza los puntos más altos, tal vez secuestrado por la frase de Julio Verne cuando escribió que nada es tan poderoso como la atracción del abismo. Jose miró a un lado y a otro y sintió el vértigo como describió o tal vez una aproximación al onirismo porque mirase a donde mirase todo le parecía una alucinación. 

Fuimos hasta la segunda cima y sin acostumbrarse a la escena que ya guardaba en su memoria, su cara solo reflejaba una acumulación de sensaciones ante una obra tan colosal y bella como la naturaleza. No habíamos conquistado nada y menos aún a una altura tan fácil y humilde pero sí habíamos vuelto a reflejar en otro lugar, en otro e insignificante punto algo elevado por encima del mundo, el mismo gesto que tuvimos Silvia, Dani y yo con ese abrazo de satisfacción y que en realidad solo atesora el tiempo vivido con eso que llaman aprecio.

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