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COLÓN Y SUS SECUACES

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A Diego Leal le iba eso de la aventura, o tal vez la necesidad de un sueldo rápido porque adelantaban cuatro meses de paga y en el pueblo de Moguer (Huelva), lo del curro andaba bastante mal. El tipo, aunque fuese tan solo un grumete, hizo sus cálculos sabiendo que una gallina costaba doce maravedíes y, según explicaba el tríptico publicitario de julio de 1492 invitando a enrolarse, le iban a corresponder al final de la correría unos ocho mil maravedíes, que en euros vendrían a ser algo más de cuatro mil. Así que, sin más, Diego Leal se dejó caer por el puerto de Palos de la Frontera porque había oído que el individuo que buscaba tripulación para tres barcos andaba por allí. Al parecer, el alocado ese quería llegar hasta un lugar llamado Cypango, un topónimo que después devino en Japón y por lo que dicen tiene ahora una tecnología brutal. No obstante, en aquel año de los Reyes Católicos – cuando ya había unos grupos que demandaban la instauración de la República – lo que interesaba era alcanzar por otro lugar más corto y marítimo, la cuna de todas las especies y piedras preciosas del mundo.

Lo malo es que la idea suponía adentrarse en un Océano Atlántico que en la época tenía un nombre que acojonaba, el Mare Tenebrosus. Nuestro grumete pisó el pantalán y sin cortarse un pelo fue directo hacia uno que parecía el encargado.

 

- Oye, eh!! – exclamó sin miramientos. Tu no serás el Cristóbal ese que busca marineros?

- Y quien lo pregunta? – respondió el supuesto encargado.

- Eres tu el italiano ese del que hablan? – insistió Leal.

- A lo mejor. También podría ser de Valladolid o de Pontevedra. Vete tú a saber. O es que tengo acento de Génova?

 

Cristobal Colón ya venía de torearse por varias plazas buscando patrocinadores para su expedición, entregando dossieres y huevos que explicaban su proyecto para financiar su idea a cambio de una publicidad que revertiese beneficios a quien apostase por ello. La suerte la encontró cuando una pareja llamada Isabel y Fernando venían de hacerse con una administración que había caído en suspensión de pagos.

 

Resulta que esa entidad que acabaron denominando “Al Andalus”, tuvo sus comienzos no de una manera muy limpia sino lanzando una opa hostil por una empresa extranjera en el año 710, concretamente en Tarifa; saqueando y luciendo cimitarra. Como a los musulmanes - los dueños de la empresa extranjera - el asunto les salió bien llevándose un pingüe botín, se animaron a volver al año siguiente con un aumento de plantilla. Sin la opción de que entre sus empleados se crease un sindicato, fueron adquiriendo más polígonos pasando por el acero a casi toda Hispania. Pero es que el tema ya trae cola de atrás porque en el año 218 a.d.c. resulta que unos tiburones de los negocios llamados “romanos”, se fijaron que al otro lado del Mare Nostrum existía una tierra de puta madre para cultivar y que para regocijo de los ejecutivos, se le podía sacar un oro que relucía con un sol fantástico y que a su vez regalaba un bronceado en unas playas que te cagas si vivías en la costa. Lo malo es que les costó dos siglos dominar a base de caricias a los brutos que vivían en la Península Ibérica. Además, tenían todo planeado para dar a cambio una idea de felicidad dejando la cultura, el arte y contentar a su vez a otras empresas con la construcción de calzadas que terminaron siendo autopistas de peaje. Parecido a los árabes, más o menos.

"El pobre lo llevó tan mal que a la vuelta renegó de la fe de su equipo,

se hizo mahometano y se fue a vivir a Marruecos"...

 

Volviendo a Diego Leal, el grumete antes de enfilar rumbo a sabe Dios donde, pasó antes unos días en Canarias con las tres carabelas de Colón, turisteando y comprando algún souvenir, y quizá pagando sexo en algún prostíbulo porque al hombre le venía encima una travesía larga y desconocida y oye, vete tu a saber. Después de dos meses y unos días, un colega suyo, un tal Rodrigo de Triana, gritó con entusiasmo desde la cofa de la Pinta – la más velera y que iba ganando en la World Race América de las tres que participaban – que estaba viendo tierra. Al pobre de Rodrigo, a pesar de la ilusión por el podio, el avistamiento le salió mal porque, según cuentan, no se le concedió la renta prometida a quien primero viese la pancarta de meta. El pobre lo llevó tan mal que a la vuelta renegó de la fe de su equipo, se hizo mahometano y se fue a vivir a Marruecos.

 

Pues nada, que Diego Leal conquistó el Nuevo Mundo con su jefe Cristóbal y los hermanos Pinzón, que eran unos buenos marineros. Y así comenzó la exploración y el contacto con la gente, sus especies, su oro y como hicieron los romanos y los moros con nosotros y otros ejecutando idem de lienzo por diferentes rincones, en mayor o menor medida, se fue escribiendo un cuento que llaman historia. Aquí, en la de América se sumaron tipos que, sin juzgar su moralidad – ni se me ocurre – le echaron un par de huevos a la incógnita esa de explorar y saquear buscando el dorado y llevarse en la era moderna un buen lote de adjetivos descalificativos que a algunos les gusta acompañar para sentirse mejores humanos, porque recórcholis, menudos hideputas mandamos por ahí adelante sin haber aprendido nada de paz y ética como nos habían traído a nosotros. Y es que – ¡por Alá! – unos no justifican los actos de otros y menos aún en aquellas épocas.

"Pues nada, que Diego Leal conquistó el Nuevo Mundo con su jefe Cristóbal y los hermanos Pinzón,

que eran unos buenos marineros"...

 

Saltando en el tiempo, unos colegas y yo, llevados de la mano de otro explorador que se mueve a caballo de los siglos XX y XXI – y puedo asegurar que con una moralidad y ética a la altura del que más reparte por interné – nos fuimos varias veces a Perú, siguiendo la estela del último refugio Inca – que nuestro ilustre descubrió en 2005 – y el cometido de escalar unas montañas que llevaban mucho tiempo olvidadas, dado que esa zona se convirtió en caliente a cuenta de Sendero Luminoso. Estos “guerrilleros” luchaban contra el imperialismo dejando el mensaje a quien se encontraba por las aldeas perdidas, de se hace lo que yo digo y mato a tu hijo si no colaboras con la causa uniéndote a nosotros y esas ovejas que crías como son para el capitalismo, nos las llevamos. Creo que era algo así. El problema es que, como siempre, los pobres habitantes, y pobres de verdad, sufrieron las consecuencias de estar en el medio de comunistas y un estado que se equivocaba en sus decisiones.

 

"Una de ellas, la de más desparpajo, me preguntó como se estudiaba la figura de Francisco Pizarro en España.

Que si era para nosotros un héroe nacional"...

 

Al final de una tarde de junio de 2010 llegamos, después de doce días recorriendo caminos incas, clavar los piolets en el glaciar del Azulcocha y oliendo a sudor y humo, a una población que se llama Pampaconas. Por todas las aldeas con sus escuelas rurales que pasamos, dejamos un buen lote de material escolar que compramos en Cusco con el dinero recaudado en una cena solidaria en un pueblo de A Coruña que se llama Negreira. Así que en un patio que se ubicaba entre el centro de salud nuevo y el viejo establecimos el último campamento. Como llevábamos a una médico en nuestro grupo, la enfermera de la posta no tuvo reparo en mostrarnos el edificio de planta baja. Ambos estaban comunicados y el viejo dejaba un poso de recelo recorriendo sus lúgubres pasillos, sabiendo que por aquellas salas habían pasado Senderistas heridos de bala antes de esconderse en la ceja de selva amazónica y lo mismo que a los policías que venían de dar estaca o de equivocarse en otros casos.

 

El colegio de Pampaconas es grande y allí nos fuimos a buscar a sus docentes. Nos recibió el director . Un paisano entrado en edad y erre que erre se negaba a jubilarse y dejar la plaza a algún opositor en paro. De allí nos acompañaron dos profesoras que, por supuesto, invitamos a cenar. Todo el lujo del restaurante que pudimos ofrecer se compartía por una variedad de polillas que aparecían convocadas por los fluorescentes del alero del centro de salud. La conversación fue muy variada y divertida, explicando nuestra peripecia y ellas como habían llegado a ocupar su profesión de maestras y algunas pinceladas de su vida privada. Una de ellas, la de más desparpajo, nos preguntó como se estudiaba la figura de Francisco Pizarro en España. Que si era para nosotros un héroe nacional.

 

-Pues sin nada extraordinario. Solo una breve mención sin entrar profundamente en el estudio de su vida – respondimos casi por igual entre todos.

-¿No lo ponen como un gran conquistador? – volvió a preguntar.

-No, solo eso, se nombra en la historia de España pero sin nada especial salvo que personalmente se tenga interés biográfico.

-Es que en el Perú ustedes saben que los españoles nos “dieron” mucho y aquí a Pizarro se le tiene más bien como alguien muy cruel.

- Pues verás, yo lo que recuerdo y lo que llegamos a estudiar no pasaba de un párrafo en unas pocas líneas, sin más dedicación como historia general de España.

 

..."Y a Pizarro, Orellana, Hernán Cortés y otros secuaces,

que les den y vayan desapareciendo de la historia en los nuevos libros cargados de ética y buenas formas".

El tema de los patriotismos empezaba a ser candente y la profesora buscaba darnos un tirón de orejas por las barbaries que los españoles habíamos hecho en Perú durante la etapa de la conquista. Santi, con una diplomacia exquisita, realizó una exposición histórica propia de su licenciatura, explicando que las épocas de las conquistas siempre fueron duras, recordando que los incas cometieron sus atrocidades tanto en la expansión del imperio cómo en la guerra civil que libraron en el período del incanato. Y el asunto quedó ahí zanjado volviendo a contar nuestras anécdotas y otros chistes. Y a Pizarro, Orellana, Hernán Cortés y otros secuaces, que les den y vayan desapareciendo de la historia en los nuevos libros cargados de ética y buenas formas.

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