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DIARIO DE A BORDO

Sheychelles. Suena bien como destino, ¿verdad? Demasiado bien para una despedida que no me apeteció ver. Por eso me fui cuando tú, agachado, contabilizabas el equipo personal desperdigado por el suelo de una cochera mientras un Sargento cantaba cada unidad que tenías que devolver.

Nunca nada ha sido nuestro, ni la camiseta que sudamos por los demás. Ni tan siquiera una palmadita de reconocimento cuando hubo algo reseñable. No te preocupes, los honores residen en la propia satisfacción personal. Y contigo, superé con creces todo eso.

“La yola Nellie viró hacia el ancla, sin la menor sacudida de las velas, y se quedó inmóvil”. Llegaste a un Parque de Bomberos de la Costa da Morte navegando por tierra y tu venías desde Ribeira con alma marina y un barco de cuatro ruedas con volante en vez de timón. Traías contigo un gran corazón y la risa con el nombre de Mordor, porque aquí siempre vimos tantas nieblas y tormentas como días claros. Además, en algún momento, encontramos esa otra bruma que decepciona y desmotiva. Es esa calima que no trae el mar sino la naturaleza humana porque nunca nada es idílico. Y tú, quizá sin saberlo, te mueves con la inquietud propia de un aventurero donde tus horizontes tienen caducidad porque ya los has conocido lo suficiente o has encontrado al Señor Kurtz en cada historia y necesitas dejarlo atrás. No he visto mejor paralelismo para ti y para escribir esta historia que el relato de Joseph Conrad.

A diferencia de otros que buscaron la comodidad y estabilidad, decidiste virar tu brújula a una distancia que te aleja de todo pero quizá te acerque más a ti, porque necesitas seguir conociéndote. Y a mi, a diferencia de los demás, inspiras las letras. Contigo compartí no solo los momentos de las guardias, hubo días en barrancos y salidas airosas de alguna pared que nos hizo resoplar. Revisar el cuadrante de trabajo y comprobar que teníamos el mismo turno era sin lugar a dudas un enorme aliciente para saber dos cosas: que eras perfecto para la alegría en la convivencia y perfecto para desarrollar el trabajo si nos requerían en algún sitio. Bueno, lo confieso, hay una tercera causa: cocinabas hasta chuparse los dedos.


Llevabas desde un tiempo largo buscando otro destino porque había hechos que empezaban a pesar sobre ti, tal vez tu espíritu, tal vez el Señor Kurtz, quizá las dos juntas. Como cuenta Conrad te detuviste en el escaparate de las oportunidades y la primera no podía ser otra que enrolarte en un barco, y es posible que al igual que el escritor y marino polaco te resultase difícil porque era el barco el que no se fijaba en ti. Acariciaste la opción profesional de la montaña, aunque he de reconocer que me costaba verte en ese mundo porque era más fácil situarte sobre la inmensidad del Océano. Los deseos o los destinos tienen fecha, a veces tardan pero tienen día y hora y la tuya te llevó hasta el Océano Índico. No recuerdo el nombre de tu buque pero sí puedo relacionarte con cada uno de los personajes de “El corazón de las tinieblas”. Sin duda tu eres ese Marlow cuando dice que “hay viajes que parecen destinados a mostrarnos que es la vida: son, por tanto, como un símbolo de la existencia”. Juntos hemos conocido, o más bien no, a directores o como quieras llamarlos, que ni se han presentado y solo eso ya los convierte en mediocres. Tipos que alejados de ser líderes, mostrar un mínimo de sencillez o trato, representan la voz del Señor Kurtz que aplaude esa actitud. Y la voz femenina no corresponde a la mujer de Kurtz, es otro vínculo que puede ser más peligroso si cabe, apareciendo igual de autoritaria o más insustancial. 
Siempre tuve y tengo la misma costumbre que Joseph Conrad: Mirar los mapas y recorrerlos. Soy anacrónico y reviso el mundo en un atlas, pero enseguida busco en la pantalla de mi ordenador las espectaculares imágenes que acerca el Google Earth. Es casi como estar allí. Por eso, aunque tengas la ropa manchada con la grasa de una máquina y el sudor en la frente, siente el tiempo de una pausa, el momento bohemio de un poco de soledad, sentado en la cubierta y mirando el horizonte, analizando todo lo que estás viviendo y viendo.

Eres insignificante en la grandiosidad de un Océano pero eres un gran tipo que surca el mundo.

Que pena no escribas relatos Alex, o un diario de a bordo, pero me encantará escucharte.

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