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EDUCANDO CABRONES

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Siete y cuarto de la mañana. Les planteo mi panorama. Tengo en el recuerdo aquellos despertadores que habitaron en la mesilla de mi dormitorio – analógicos o digitales – y que con su campana o un pitido que sonaba a zafarrancho de combate, te ponían con los pies en la alfombra y el corazón al borde de un infarto. Ahora – aunque mantengo con nostalgia uno de los clásicos como seguro alternativo – a mis oídos llega una musiquilla que le pone una agradable banda sonora al amanecer. Una melodía elegida a conciencia entre la variedad que el teléfono móvil ofrece, haciéndote creer sin abrir los ojos que estás despertando en mitad de un paisaje bucólico, con pajaritos piando, con olor a margaritas y lavanda. Además, el subconsciente puede trabajar aderezando esta sinfonía con los campos y las montañas de Heidy pinceladas con unas ovejitas y vacas que dan lana y leche merengada.

Con este decorado, uno debería dejar las sábanas levitando de paz y amor a lo John Lennon y Yoko Ono pero aún así, como el sueño tarda un tiempo en aligerar los párpados y las persianas se abren después del período de adaptación, lo haces como un zombi, sin encender la luz para no molestar a quien pueda seguir apurando el último ronquido o por no descerrajarle a tus propias pupilas un fogonazo repentino de luz.

Tanteas un tabique y lo sigues sabiendo que te mete en el baño. Entras, te sientas en el trono y alivias líquido mientras vuelves a darle vida al teléfono. Exploras la jornada desde el 4G, deseando que no aparezcan capullos masculinos o femeninos que puedan arruinarlo ya a primera hora. Comienzan a entrar uasaps de los rezagados de la noche o de los madrugadores, rezando para que ningún texto a los que das lectura te corte la micción y empiece a joderte el día. Con suerte nada extraño. Algunos recordatorios de agenda, algunos chistes, memes variopintos o vídeos porno mayoritariamente en el grupo de los viejos colegas; asuntos profesionales en los del trabajo y documentación o control municipal en el grupo de los que nos atrevimos con la política. Guay del Paraguay. De momento na nay de la China, todo tranquilo menos de la ventana para afuera, donde la ciclogénesis explosiva Carolina o como se llame la de turno, golpea en los cristales y ya te olvidas de las montañas de Heidy y de los campos en flor para entrar en una realidad que de ventanas afuera acojona.

"Con este decorado, uno debería dejar las sábanas levitando de paz y amor

a lo John Lennon y Yoko Ono"..

Sales del baño dirigiendo el cuerpo a la cocina y por costumbre la mano al mando que enciende la televisión y conecta con un telediario. Llegas a la sección de deportes asqueado ya de todo lo que llevas visto y que me remiten a otro artículo que dejé atrás con el título “La paralela de Borgine”. Resulta que en un partido de fútbol, aquí en Iberia, se oye desde la banda a un padre abroncando a su hijo – que juega de defensa – porque ha sido un blandengue con otro chaval del equipo contrario. Que tenía que haber ido a por él jodiéndolo todo lo posible y como mínimo romperle las piernas y que ahí se quede. Al otro lado del charco, en Argentina, los “Pichas Bravas de su puta madre” o como se llamen, organizan un tumulto donde un padre y un hijo dirigen a una manada de imbéciles que buscan gresca con otra banda de estúpidos y algunos inocentes que se quedaron atrapados en medio de la trifulca. El hijo, cuchillo en mano va pinchando a diestro y siniestro, por la espalda o por el costado mientras su amado y ejemplar progenitor le va abriendo camino para que su malnacido ejecute la sangría y se vaya dando el piro vampiro en tanto sus acólitos mercenarios de vino barato siguen alimentando la pelea a sillazo o bofetón sucio.

 

si estás conmigo no te vuelvo a pegar ni a insultar

porque yo te quiero y dime que a ti no te gusta otro chico”...

Aquí, en otro tercio, más cerca de lo que creen y sin darle publicidad al asunto, una madre se pelea con la dirección y tutoría de un colegio cualquiera para que se hagan cargo de un tema de acoso siguiendo eso que llaman protocolos y una burocracia que en edad adulta a una le dan ganas de saltársela a lo Borgine. Piensen en algo que nace como tierno, de esas historias infantiles del primer amor y tal, con cartitas que solo escribe un interlocutor y no reciben respuesta de una niña guapa y correcta. Entonces el amante de Teruel vuelve a la carga con una nueva epistolar que deja frases tan significativas como si estás conmigo no te vuelvo a pegar ni a insultar porque yo te quiero y dime que a ti no te gusta otro chico. Pues así se lo dejo entre otras lindezas que me callo, corrigiendo las faltas de ortografía de un mocoso de ocho años que estudia el temario de aprendiz a maltratador, que de las letras pasa a la acción con insultos, golpes y humillaciones un día tras otro; con un ambiente familiar que aleccionan al pequeño capullo a no ceder terreno ante una niña que a los diez años le está tocando vivir un cuento de terror que genera un cocktail de ansiedad mezclada con miedo y lo peor, sintiéndose vulnerable y culpable.

 

"Recuerdo una anécdota que viví en la librería donde trabajé y que no he olvidado jamás"...

Entre estos tres ejemplos existen muchos más, donde padres irresponsables no ejercen como tales, donde nacer puede que sea una suerte pero donde la educación para todos los aspectos nace en el techo que hay encima de la propia cuna. Sinceramente, a veces viendo a muchos jóvenes y el planteamiento que tienen ante la vida uno se pregunta como será el futuro, quizá como se preguntaron otros antes viéndonos a nosotros, quizá viéndome a mi y solo mirando a otros adolescentes con gestos tan sencillos como dar los buenos días, ceder un asiento o abrir una puerta quiero creer que el mundo puede salvarse como hizo hasta ahora.

 

Recuerdo una anécdota que viví en la librería donde trabajé y que no he olvidado jamás. Un profesor del instituto me contaba como habían citado a unos padres a tutoría porque su hijo había suspendido las diez asignaturas. En realidad su inteligencia estaba siendo desaprovechada cuando podía demostrar todo lo contrario con un mínimo esfuerzo. A la reunión se presentó el abuelo. Mientras escuchaba al tutor hablando del expediente académico de su nieto y la pena por no entregarse a los libros, el viejo se llevó la mano a la cabeza para darle vueltas a la boina soltando repetitivamente al maestro la misma pregunta:

 

- Pero a usted le faltó al respeto?

 

Ojalá los cabrones escuchasen a abuelos como éste, porque la formación es importante, pero más lo es llevar una buena escuela en modales.

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