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EL ASUNTO CAÑIZARES

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Piensen en un día de Nochebuena aunque no sean creyentes y se la sopla. Tres de la tarde. Una madre ajusta los atalajes de la silla al cuerpo de su hijo de dos años en el asiento de atrás de su coche. Ella se sienta al volante y salen de casa para visitar a su familia que vive cerca. A menos de tres kilómetros aparece un capullo dando brasa a un automóvil potente y de estos que su precio, sin ser desorbitado, tiene un habitáculo y una estructura que protege al gilipollas que lo conduce en este caso. El tipo adelanta a toda pastilla a otro vehículo en una subida con doble carril y doble línea continua. Resulta que la madre y su hijo bajan en dirección contraria por la misma carretera la víspera del cumpleaños de Jesusito el niño Dios en el que ustedes creen o no.

El tipo, el gilipollas, invade el carril contrario y los coches quedan separados del impacto más de cincuenta metros. Brutal del metal.

El bloque motor de su coche sale despedido y cruza toda la calzada sin tocar suelo hasta que impacta sobre el arcén. Sin duda ha sido un vuelo de pistones. El tipo sale con unos rasguños mientras al otro lado aquella madre, con un utilitario más normalito y entre un amasijo de hierros, solo se le ve el antebrazo izquierdo y en el asiento de atrás, en su sillita, un angelito sube al cielo o a dar una vuelta eterna por el paraíso que ustedes prefieran.

..."un angelito sube al cielo o a dar una vuelta eterna por el paraíso que ustedes prefieran"...

 

La proximidad del accidente hace que la familia directa se acerque enseguida para descubrir “in situ” la desgracia. Imaginen el percal si son capaces. A los dos años, justo sobre la misma fecha, se celebra el juicio y al capullo le cae una multa de mil doscientos euros porque alega que estaba probando un coche y que no lo dominaba. Algo así era lo que venía en la prensa. El marido de la paisana y padre del pitufo ante la sentencia imagino que le pasaron muchas cosas por la cabeza pero lo único que se reflejó en la noticia es que acababa de dejar de creer en la justicia. Lo malo, es que el capullo del rasguño ya arrastraba historial y seis meses antes había provocado otro accidente para sumarlo a su curriculum.

 

Otro día cualquiera a las ocho y pico de la mañana, usted es un currelo que va con su camioneto. De pronto, en una curva y también con doble carril, aparece un coche deportivo con un conductor morado y empolvado de una noche de desmadre en mitad de la semana acompañado de la novia en el asiento del copiloto. El deportivo invade el carril contrario y se come al camioneto y a su chófer. Hostión del copón. Mis compañeros del Parque las pasan putas para salvar a los tres con un cronómetro que apremia apurando un lote de maniobras y una escena que pone – como otras tantas – los sentidos a prueba. La profesionalidad triunfa sin medallas ni reconocimientos. Eso es tema de otros pero no para los bomberitos. Es nuestro trabajo y punto.

 

..."Guay del paraguay colega cuando tu padre te entiende".

Para el currelo ruina vital aunque salvó el pellejo entre gritos y unas piernas hechas jirones pero con mil sacrificios para caminar después de no sé cuantas cirugías mientras al piloto fitipaldi, a los tres meses lo pillan los picoletos haciendo trompos en la explanada del puerto y como si nada. El choteo aumenta cuando el padre del energúmeno con cara de pastilla alucinógena lo defiende. Guay del paraguay colega cuando tu padre te entiende. Todo lo contrario a los demás que suele ser al revés.

 

Está claro que todos pasamos por la fase de pisar el acelerador en algún momento y pillar cacho en el cuentakilómetros mientras el rock and roll, el jevy metal o el acid jaus soltaba letras y música desde los altavoces; a golpe de pandilla juvenil donde la aceleración da vidilla o con la idea de impresionar a la churry a base de velocidad. En otros casos para ventilar la mala hostia del curro con un jefe que te putea por encima de tu horario y tu descargas vilis al volante de una vieja Citröen C15, importándote un pimiento que tu presencia en el planeta se esfume contra un poste o un pino con tal de que las agujas del reloj se muevan más lentas que tú. O porque apuras para llegar a un destino y te conviertes en un majara de la velocidad a cuenta de empezar una aventura cuanto antes. Lo malo es si un día te detienes de repente y sin tiempo a rectificar con un grito y una cara de pánico que nunca llegas a imaginar. Unos lo hacen con más suerte que otros y otros que venían de frente – como los de arriba – con menos fortuna que nadie. Lo bueno es que hay más prudentes que imprudentes y en muchos casos existen otros factores de infortunio que nunca pasan por la temeridad continuada.

 

..."Lo bueno es que hay más prudentes que imprudentes y en muchos casos existen otros factores

de infortunio que nunca pasan por la temeridad continuada".

El asunto es que estos recuerdos de mi gremio me vinieron a la memoria a cuenta que hace unos días apareció un tipo que se llama Cañizares y se atrevió en el mundo tabernario de las redes sociales, a decir que no hay que homenajear a un colega de profesión como si fuese un héroe. Tiene cojones el exguardameta al escribir esto así. Hay que estar muy loco para soltar un pensamiento como ese, sin puntería y sin hilvanar bien cada palabra para que no se interprete a libre albedrío.

 

Al Santi casi se lo comen del lado inquisidor porque hay que ser muy cateto para soltar tal afirmación. Será iletrado e inculto el individuo, que como no lo supo decir a la primera, la gente más sabia del “salvamedeluxecibernético” se lo comió con patatas e improperios y no quedándole más remedio al del pelo blanco que volver explicarlo para que una parte del pueblo – nunca son todos – entendiesen que lo del homenaje al pobre de Reyes no iba contra su imagen de deportista de élite sino contra los doscientos y pico kilómetros por hora que costaron vidas y pudo haberse llevado otras que nada tenían que ver con su imprudencia. José Antonio Reyes merece el recuerdo como luego señaló pero si no fuese una figura sería “el nota que se ha salío”, como dijo uno que pasaba por allí grabando un vídeo que momentos más tarde abría telediarios. Y la reflexión es que siempre vamos a tener “algunos notas” que van a salir demasiado caros, se llamen como se llamen.

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