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EL LIBRERO DEL MERCADO

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Ni por asomo creí que esa mañana de domingo a principios de diciembre de 2020 me iba a encontrar con el escritor francés André Maurois. Abro la persiana y descubro que el día despierta soleado después de una persistente lluvia que ahoga una frágil salud mental sobre la que ya empieza a hablarse. Preparo mi zumo, mi taza de leche manchada con cacao soluble y el olor a rebanada de pan que salta de la tostadora. Hago un zapping rápido que me lleve directo a Frank de la jungla, La casa de empeños, Subastas a tope o Cazasubastas. A elegir. Con Frank suelo quedarme un rato por su excentricidad, el mundo animal y las tribus que descubren a un tipo alocado. Respecto a los otros tres programas, además de sus personajes que idem de lienzo reclaman mi atención, he de confesar que seguramente al igual que ustedes si los siguen, en realidad lo que nos pica es la curiosidad por saber que cosas es capaz de guardar o desprenderse la gente.

 

"La mañana del séptimo día de la hebdómada me gusta

porque el pueblo cobra una vida especial"...

La mañana del séptimo día de la hebdómada me gusta porque el pueblo cobra una vida especial, a pesar de la última moda en la que no pueden faltar las mascarillas o embadurnarte de gel desinfectante cada vez que entras o sales de un sitio recolectando en tus manos un aroma variopinto.

Aunque la presencia humana se vio reducida, quedó muy claro que nuestra mancillada España lleva un espíritu social que nos aboca a la relación por mucho virus que nos pongan delante, lo cual generó – y genera – estallidos de desfachatez por saltarnos las normas, agitando por momentos un cóctel contagioso que causa una embriaguez ciega de prudencia. Cierto es que no fuimos únicos en eso, pero Hispania es Hispania por muy troceada que nos la pretendan algunos.

..."Uno de los últimos negocios históricos de esta Carrera de San Mauro

y que había resistido al tiempo, fue el estanco de Urbano"...

 

Salgo de casa al encuentro con un sol que débilmente mitiga el intenso frío, pero suficiente para calentar el alma y animar el espíritu. Bajo por mi calle disfrazado con un toque de elegancia, que el festivo bien lo merece y así me educaron. Esta arteria comunica en su mitad con la calle más antigua y que pasa los días laborables despoblada de almas. Amalia, la del ultramarinos de toda la vida, suele apostarse en la puerta cuando no tiene clientela o sale a despedir a alguna, por lo que acostumbra a ser mi primer saludo. Cuando paso delante del escaparate de Freire Bazar reconvertido a día de hoy en una hermosa tienda de antigüedades, no dejo de echarle un ojo por pura atracción a lo anticuado pensando en esos programas de la televisión que antes mencioné.

 

Uno de los últimos negocios históricos de esta Carrera de San Mauro y que había resistido al tiempo, fue el estanco de Urbano. Hasta hace poco siguió regentado por su nieto Jorge, combinando su etapa de Alcalde con la de tendero detrás del viejo mostrador de madera hasta que decidió finiquitar ambas. A la altura de la mitad de la Plaza de Ferreiro hay un paso de peatones que cruzo para encontrarme con un amigo escultor que se gana la vida a cuenta de los clientes que “La Parca” le manda. Mujico es de los pocos tipos originales que nos quedan de una época. Entre una mezcla de Bee Gees y un vikingo de pelo alisado, pero un paisano al que le reservo un enorme aprecio y la encomienda de escribir sobre el mármol mi nombre con sus apellidos antes de que se retire del oficio.

..."Mujico es de los pocos tipos originales que nos quedan de una época"...

 

Como soy cristiano y creyente, me paso por la iglesia y participo en la misa para dejar un rezo en el aire, arrepentirme de algunos pecados y otros aliviarlos en lo posible. Además ver a Jesucristo en la Cruz me aporta dosis de humildad y comprensión aunque desconozco si después las llevo en mi persona. Saliendo de la puerta religiosa encamino los pasos hacia el mercado, a empaparme de ambiente ferial que lanza ofertas a viva voz y la capacidad de mantener un pequeño bullicio que sobrevive al paso del tiempo. Roberto, con la madre que lo parió y la ayuda ocasional de Susana, endulzan la jornada con los churros de siempre y las variedades de chocolate y crema. Mi paseo sigue curioseando los puestos hasta que me detengo en el de un tipo de Valladolid que vende libros usados. Como hice la mili allí, intercambiamos unas palabras sobre Pucela mientras repaso las portadas y las primeras páginas de los ejemplares. Y ahí encontré al escritor francés y su obra “Climas”, vestido con una encuadernación de verde oliva y las hojas amarilleadas; con la segunda edición de 1941 y el nombre de su lectora escrito a pluma encima del espacio que abre el primer capítulo: María Amparo Nieto.

 

 

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