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LA FLACA DE CADA UNO

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Hoy tendría que estar dándole el remate a un texto que llevaba tiempo esperando su final pero, a veces, el destino te interrumpe y te apetece saltar a otro lado, a otra historia; aunque sea de nuevo para una despedida. Son esos adiós que vas dejando atrás como el aliento que exhalas mientras sigues respirando, instalados para tu existencia en tu disco duro por culpa de una música pegadiza, una letra que invita a quedarse y un tipo con una cara blanda de sentimientos que se hizo querer.

..."Creo que los hemos recorrido todos aunque,

con cierta incongruencia, el Km 0 solía ser el último y el más pequeño en dimensión"...


Es curioso, fue en Perú, concretamente en Cusco, donde guardo el mayor recuerdo hasta el punto que una y otra vez la estuve tarareando durante mucho tiempo sin llegar a aburrirme. La ciudad del ombligo del mundo se caracteriza por la música en directo en sus locales. Ya lo he descrito en una ocasión.

 

Creo que los hemos recorrido todos aunque, con cierta incongruencia, el Km 0 solía ser el último y el más pequeño en dimensión. Los grupos de rock versionaban con una calidad excepcional, o eso o realmente no tengo ni pajolera idea de música, o iba lo suficientemente embriagado como para no enterarme de nada salvo que la proximidad con los músicos hacía sentir el punteo de la guitarra en tu cara.

"Fuimos de esos expedicionarios que compaginaban los sudores y los miedos de la aventura"...

Fuimos de esos expedicionarios que compaginaban los sudores y los miedos de la aventura en la montaña con las cervezas cusqueñas y las noches etílicas, donde el alcohol competía con el mal de altura y los besos al suelo de la Pachamama hasta que la cama de la pensión de Los Andes de San Blas recogía nuestras almas. Pero también hubo tardes de paseo y cafés tranquilos con vistas a la Plaza de Armas y largas tertulias en cafeterías como el Trotamundos. Sin embargo de lo que doy cuenta sucedió en un pub que se llama el Papachos y que solo pisamos en aquella ocasión. Accedimos a media tarde a través de unos soportales con una profunda huella española, como casi todas las casas que dan arquitectura al centro histórico. La entrada era inusual, metiéndote en un patio desde el que se veía una de las torres de la Iglesia de Santiago. Unas escaleras te subían hasta una puerta en cuyo lateral un cartel anunciaba la birra peruana por excelencia mientras otro, tallado en madera, colgaba a un lado del dintel informando sobre la admisión del cobro con Master Card.

 

..."Y sí, salió de sus altavoces La Flaca de Jarabe de Palo y la voz rítmica y melodiosa de Pau Donés"...

Cuando cruzamos el umbral la música sonaba de fondo, creando un ambiente agradable en conjunto con esa madera oscura que se generaliza en la mayoría de los interiores y una luz tenue que apacigua el nervio y aviva la calma. Y sí, salió de sus altavoces La Flaca de Jarabe de Palo con la voz rítmica y melodiosa de Pau Donés.

Eva, José Ramón, Jorge, Pablo el Dóctor Santiago y yo no pudimos evitar canturrearla durante los primeros compases. A los demás no sé, pero como ya dije, a mí se me quedó más pegada allí que en ningún otro sitio y siempre que la he escuchado mi cabeza me traslada hasta ese rincón escondido de la tierra.

Supongo que hoy es de esos días que para algunos terminan extraños, medio vacíos y huérfanos en algo. De esos en los que te apetece sumarte a un sinfín de palabras escritas al viento del recuerdo. Quizá todo depende según como se mire aunque mis pensamientos se vayan cruzando el charco, persiguiendo a un paisano que se ha ido contando que bonito es el amor, más que nunca en primavera y que aquí estamos de prestao, que uno nace y muere y este cuento se ha acabao.

Lo fácil, es terminar con las letras que otros diseñaron y sobre todo las completaron con las notas de un pentagrama. Hoy me gustaría ser un pintor para llegar directamente al corazón, pero eso solo lo hacen artistas.

Ciao, simplicimente ciao.

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