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LA TABERNA DEL FACE

 

 

 

 

Hace años me decía un paisano del pueblo de al lado, y lo reproduzco de manera sutil, que los domingos servían para que en la taberna algunos descargasen sus iras y malas ostias acumuladas durante la semana sobre un tipo que vestía camiseta y pantalón corto de color negro, viéndoselas en medio de veintidós individuos a los que se les suponía una ética deportiva y una inmensa manada de entendidos que, desde una gradería, mentaban a la madre que lo parió porque no tenía ni puta idea de su oficio y sin derecho a equivocarse. Hoy son ciber tabernas pero sin la taza de vino de las veinticinco pesetas de antes o el quinto de cerveza y acodados a la barra.Comiendo cacahuetes. Hoy los codos cuelgan de una mesa donde está el teclado de un ordenador y soltamos la palabrería que se nos ocurra o venga en gana respecto a un tema, como hago yo ahora, con razón o sin ella, con fundamento o sin el. Porque algunos dicen lo que le parece en ese instante y que para eso está la libertad de expresión y que se joda al que no le guste y a tomar por kulo con k, como se escribe ahora, machacando la palabra para ahorrarse la correcta letra c. 


En fin, que ese es el asunto, que todos hemos visto la falta y cada uno ha desarrollado su teoría y mostrado una baraja de tarjetas rojas dirigidas a unos individuos o un individuo en concreto. El tema en cuestión sucedió en el río Xallas, aquí por los finisterraes galaicos y, casualidades de la vida profesional, a uno le tocó meterse en el cotarro desde las doce y media hasta las dos y pico de la noche, sacando quince almas húmedas por una línea de cuerda que marcaba y aseguraba la pendiente en el camino. Alguno ha apuntado hasta las cuatro de la madrugada. Si algo se prolongó hasta esa hora imagino que fue el fin de fiesta en el patio del colegio intentado recuperar el sosiego. Porque nosotros, los bomberos, nos fuimos rematada la faena.

Hablamos de barranquismo y de un rescate que, más concretamente en este caso, debería llamarse evacuación porque no se trató de otra cosa. Veintidós aventurados son muchos para un grupo que se mueve bajo la condición de cliente, más si se ha entrado a las cinco de la tarde en un terreno de juego donde basta que uno de los participantes sea suficiente para retrasar un grupo entero, porque a uno que no tiene ni idea no se le puede exigir la misma que al que más sabe. Y eso según el tablero en el que vayamos a mover las fichas, como dicen los ratios donde sí se implantan de manera obligada.

El número no era el adecuado, por mucho que lo hayamos practicado un ciento de veces anteriores porque solo se ha necesitado una para que todo acabase a las tantas y sin ningún incidente más grave. El caso es que conozco a los guías y mi trato hacia ellos es, siempre que lo merezcamos, de amistad con algo más extensible que a las propias lides verticales. La falta de los implicados, les guste a ellos o no, es la misma que han expuesto en el consejo de sabios de la página "Descenso de barrancos" del caralibro. Yo he podido decírsela hablando, aunque hubiese que repetirsela, pero mirándonos a los ojos y estrechando la concordia. También le he dicho al que más le ha caído la del pulpo, que le viene de estar metido en todos los saraos de opinión donde a veces podemos perder esa humildad que la mayoría de los mortales obviamos por momentos. Y la gente guarda y a veces abren o abrimos el cajón sin miramientos.

En la taberna del face se entró a degüello pidiendo sus apellidos completos y nombre para que el tipo no levante cabeza y le coma el mundo. Me pregunto quien pensará lo mismo si fuera un semejante cercano a los suyos el que hubiese cometido un error sin mala fe o siguiendo un patrón de trabajo que venía dado de manera generalizada por el sector en Galicia. No fueron los únicos en el ratio pero les tocó la lotería a ellos. Que en caliente perdemos lo ideales. Y siguiendo con el desquite de alguno la posibilidad de ajusticiarlo en la plaza mayor para sentirnos arropados por la troupe en todo lo que habíamos expuesto. Viendo a una parte del personal se ha convertido en una pelea pública entre unos pocos, con tintes barriobajeros que aportaron nimiedades y que, como apuntó alguno, que ya estaría hasta el moño en la insistencia de unos comentarios, de constructivos tenían lo justo y sin saber exactamente como fueron los hechos, basándose en notas de prensa que siempre buscan el sensacionalismo. Solo pasó por ello un artículo legislativo que desconozco cuan de firme es la ley respecto a las empresas en Galicia aunque habla de leyes pero desde la Consellería no dicen nada al respecto; y en el Xallas no hubo más que un mal horario y una noche que se vino encima. Si de milagros se hablase habría que irse al río Ulla hace unos meses cuando unos piratas manejaban unas balsas de rafting y sus clientes sí se vieron metidos de lleno en la fortuna divina. O algún mensaje suelto al final, ajeno a un grupo que necesitaba desgarrar su trozo de carne del responsable de la actividad en el Xallas debido a un enfrentamiento que tal vez nació de un comentario sobrado de tono respecto a una foto en la cascada del Toxa. Un inoportuno comentario escrito que siempre se puede interpretar de muchas maneras cuando esas cosas se dicen sin la mirada y los gestos que acompañan las opiniones en los benditos foros donde la gente no se conoce y no tienen más vínculos que pasearse por los mismos parajes.

Las denuncias a los parlamentarios sobran y de hecho alguna se ha retirado o se merecen según el lenguaje que se predique, como han sobrado las palabras que olían a vendetta. De la misma manera que lo expresado por un profesor que ha dejado en entredicho su profesionalidad y ética cuando pone a parir a uno de sus alumnos en un foro tachándolo poco menos que de inútil, donde también habrá que sembrar la duda en la certeza de sus palabras y calificaciones finales que atribuía como no apto. Pero como todos, también tendrá derecho a equivocarse y rectificar. Si quiere, claro. De lo contrario con patatas y guisantes.

Ahora que ya pasaron los días diré, como ya hice personalmente a los implicados y espero que con entendimiento, que los bomberos vamos cuando el 112 nos alerta de una emergencia y que somos necesarios en el momento que nos solicitan. Que en este caso nos sentimos y sobre todo me sentí preocupado porque conozco el sitio y me muevo por el y no se sabía exactamente que estaba sucediendo. Que habían descendido siete y los guías sí trabajaban con rapeles desembragables, no como se ha dicho, y que a la chica del pelo se le enganchó un mechón que salía del gorro de neopreno que sí tenía puesto y que eso sucedió después del resalte en el tramo final y que, según la versión del guía, tuvo que descender para acompañarla porque, y eso es cierto, no es lo mismo un rapel vertical donde si te descienden desde arriba bajas sí o sí, a un plano inclinado donde hay que ayudarte porque te bloqueas y no te mueves, porque la noche estaba metida de lleno y ayuda a aumentar los nervios del que no sabe. Que los guías tenían desplegada una cuerda de descenso y otra reflectante auxiliar. Que arriba se quedaron quince y se sacaron por zona seca siguiendo una cuerda fija que montamos para apurar el escape y que cuando están los servicios de emergencias, son ellos los que llevan las directrices y los demás colaboran como han hecho en todo momento. Que eso es lo normal y no al revés. Y nadie mejor que los afectados para tener la palabra final de lo que sintieron y vieron. Para el resto del populacho lo propio sería la opinión sin el juicio y el verdugo, pero eso es un imposible. Que aprender no se aprende nunca. A los guías rectificar en las próximas salidas los horarios porque fuera de eso a un accidente siempre estamos expuestos todos, tanto si nos encontramos con clientes, con novatos, con expertos y super expertos y todos los Apóstoles juntos. Y entonces tendríamos que hablar de un rescate en toda regla.
Por lo demás soy otro de esos sabiondos que también ha tenido que decir algo entre tanta palabra y palabrería.

 

 

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