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MÓNICA Y EL ZORRO DEL CHRYSLER 150

      A Manuel Ruso, Mario, Michel, Toño, Chapi, Santi, Micky, Machiño, Javino, Chuvi y Wifi

 

A un tipo de un metro ochenta y pico que de Manuel le apodaron Loliño solo pueden existir dos razones para ello. O por quitarle envergadura con el diminutivo o por afecto a una persona con un corazón tan grande como su altura.


Loliño fue el largo de la pandilla, esa que se configura con las experiencias más importantes de la adolescencia. El primer afeitado, el primer pitillo o la primera cajetilla entre varios; las primeras pajas, el onanismo colectivo, los primeros amores, el primer trago al calimocho y de todos, el primero en comprarse un coche.

También fue el primero en tener una experiencia desagradable con el abuso del poder, como una mafia, aunque aquel episodio nos pilló a todos en una etapa escolar donde cada uno se movía con los de su clase.Y a mi colega con trece años, en su entorno compartido con mil alumnos de un colegio público – nos quejamos ahora de la masificación – le tocó mover la pelota en el patio con lo peor de la especie de ese tiempo y que años después, y a base de un destino currado, los hizo pasar por el talego bajo el delito de otro abuso más cavernícola aún.

..."Recuerdo ese día con cierta angustia de infancia y los comentarios de algunos adultos – y adultas – que,

sin saber el motivo, elucubraban retorcidas ideas pasando hasta por el menosprecio"...

El chantaje de “suelta la pasta” a cuenta de salvarle de una paliza diaria lo llevó a una huida a pie a Santiago el día que no pudo asumir el pago. Quizá parezca cobardía pero realmente le echó un par de pelotas desapareciendo sin más enseres que el alma hasta que lo encontró la policía y lo devolvió al final de la noche a su casa. Recuerdo ese día con cierta angustia de infancia y los comentarios de algunos adultos – y adultas – que, sin saber el motivo, elucubraban retorcidas ideas pasando hasta por el menosprecio. Sabido el motivo supongo que la historia se saldó en el despacho del director con un par de hostias en la cara de los culpables. Fue un juicio rápido.

Alcanzó los dieciocho antes que nadie y como dije, el primero en tener coche. Un Chrysler 150 color marrón metalizado. Uno de los primeros viajes que hicimos fue a ver el buque Casón que había encallado en unos acantilados de Fisterra. La noticia había sido muy sonada. Era un domingo. Al día siguiente yo tenía un examen de historia y, como siempre, llegaba justo para darlo todo el último día pero la tentación del viaje para vivir algo de tal magnitud me parecía demasiado señalada como para perdérmela y, a fin de cuentas, ese accidente pasaba a formar parte de la historia.

..."Cuando se hartaba del barullo metálico cambiábamos a Rick Astley o algo por el estilo"...

En el coche de Loliño la música sonaba variada y como él era el dueño y piloto tomaba decisiones a la hora de ponerle ambiente. Con suerte nos dejaba escuchar algo de Iron Maiden, AC/DC o Ángeles del infierno y su super balada “pensando en ti”. Cuando se hartaba del barullo metálico cambiábamos a Rick Astley o algo por el estilo. Después, entre nosotros, nació la idea de crear “la cintaza”. Una recopilación grabada de casette a casette de lo que nos parecían los mejores temas. En ocasiones se escuchaba el tack pulsando el play o el pause y el que más risas nos dio fue el gato de Toño que justo maulló en una canción de Samanta Fox grabada directamente desde el altavoz de la tele. Sin duda eran otros tiempos.

La luz del verano traía a esa etapa la efervescencia de las hormonas y el deseo iluminado de ligarse a las guapas que caían por el pueblo. A veces los ligues pasaban por enamoramientos tontos donde crees que con esa chica terminarás tus días al tiempo que la música de la cintaza ponía la banda sonora al amor de turno.
En una ocasión, un sábado por la mañana, subíamos hacia la recta de Gándara con la intención de enseñarle a conducir a Toño que venía en el asiento de atrás. Yo iba delante, acompañando a Loliño. En aquellos días pasaba el duelo depresivo cuando una de esas novias te manda a tomar viento fresco, sin saber porqué. En el coche se repetía una y otra vez una canción de Sabina, Mónica, que era y debe de seguir siendo el nombre de la que había roto mi corazón. La canción empieza con una musiquilla rítmica y una frase clave: Mira Mónica ya estoy harto de tu maldita indecisión… Curioso, porque Mónica sí había sido tácita. Sin opciones a pensarlo.

..."En el coche se repetía una y otra vez una canción de Sabina, Mónica,

que era y debe de seguir siendo el nombre de la que había roto mi corazón"...

Mientras canturreaba llegamos a la recta de Gándara, una aldea próxima a Negreira. Nos bajamos del coche y cambiamos posiciones. Yo para el asiento de atrás y Loliño de copiloto para explicarle a Toño el manejo de los pedales y el volante. La tarea parecía sencilla, al menos lo del volante. Hubo tensión porque la clase no estaba saliendo nada bien hasta que acabamos en una cuneta herbosa. Nos bajamos y encontramos un zorro muerto. Por aquel tiempo había un tipo en la aldea de Xallas que pagaba por las pieles para curtir. Lo había escuchado de un amigo cazador. No hubo dudas a la hora de meterlo en el maletero y llegar a la noche con una sobrada economía de tres o cuatro mil pesetas en el bolsillo. Los pilotos volvieron a cambiarse para llegar cuanto antes a lo más parecido a un cajero. No anduvimos cien metros cuando Loliño detuvo el coche en seco. Abrimos las puertas y el maletero para devolver el cadáver al campo. Y es que, como dice Sabina en otra canción, hay amores que matan pero también hay animales muertos de varios días que huelen.

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