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NO ESCUCHES A LOS ÍDOLOS 

"N´ecoute pas les idoles" fue uno de sus primeros éxitos. 
Hoy recuerdo a France Gall sonando en los altavoces de la Sala Tersipcore, con mis diecisiete a tope de adolescencia, dispuesto a emocionarme sintiendo aquella fiebre del sábado noche que empezaba un viernes y se pasaba el domingo a última hora. Tal vez sin ponerle cara a la rubia eurovisiva de los sesenta que volvía a triunfar al final de la década más nostálgica. E insisto, no podía ponerle cara salvo verla fugazmente divulgando su éxito de "Ella, elle l´a" en programas como Rockopop, porque nunca fui de comprar aquellas revistas con pegatinas de Super Pop, Bravo o versiones por el estilo. Había dos motivos fundamentales para ello. Sin duda la falta de economía y otra el interés nulo por esas publicaciones, donde en todo caso las nuestras, actuando como seres primitivos, básicamente se centraban en otro tipo de ediciones que rotaban de unos a otros más que libros de biblioteca.

Yo, que menos el regetón y otros sonidos similares, soy capaz de saltar de Metallica y su “Ride the ligthning” a recordar una de las mujeres que en su día me hicieron dar vueltas sobre la pista de baile como una peonza; sin alcanzar un mínimo de Fred Astaire, un poco de John Travolta y menos aún de Patrick Swayze en Dirty Dancing. Quizá sonaba France Gall cuando el instinto por ligar entraba en su fase de ebullición, porque la verdad, la rubia francesa formaba parte de ese muestrario musical donde el corazón podía llegar a palpitar buscando la piel femenina que correspondiese a ese efecto que en las relaciones llaman química.

..."Quizá sonaba France Gall cuando el instinto por ligar entraba en su fase de ebullición"...

Desde su canción a las super baladas heavys cuyos tipos más melenudos y duros reblandecían a las pijas que eran capaces de ver más allá de aquellos grupos de jerseys con cuello de pico. 
Otra cosa sería hablar del nulo éxito que yo cosechaba. Ni con la canción de la francesa ni la discografía entera que pudiese haber en la mesa del disjockey. Y esto de los fracasos me hace bajar del disco duro tres recuerdos. No sé como hacen ahora los adolescentes del siglo XXI pero antes se pedía a salir. Con esa pregunta se exponía el asunto con tintes serios. Si soltaban un beso se sellaba la relación hasta que otra frase más afilada que la espada de un Samurai daba por finiquitada la historia. 

..."Y allí aparecieron justo un par de minutos antes,

sentándose los seis que decían llamarse amigos para ser observadores y críticos de la situación."...


Después estaban los “me lo tengo que pensar” que te convertían en un tonto de remate si creías que ahí había alguna oportunidad. Si la pretendida directamente soltaba un “no”, así de tácito, sabías que no había que darle más vueltas que el Pedro Sánchez del no es no. Y ese negativa la encontré en una pobre chica a la que llegas sin la inspiración de cupido, sin más ganas que la de probar suerte detrás del sencillo impulso de la atracción, soportando el intento casual que marca hasta cuando nos cruzábamos entre la multitud, las siete ocasiones de mi absurda pregunta tirada a la suerte. Supongo que después de la tercera vez me dediqué a hacer un estudio sobre el azar y ella seguro que otro sobre la estupidez masculina.

En otras ocasiones te toca dar calabazas, dejándose llevar de la mano de una celestina que deja una nota en tu pupitre solicitando una cita con una amiga del alma que está loca por tus delgados huesos. En esos casos la emoción se dispara producto de la intriga. Accedes a esa hora marcada en el reloj buscando las butacas al lado de la cabina del pincha, en el piso de arriba, oteando la pista de la Tersipcore. Claro, si esa llamada al amor no lo pavoneas a los colegas, no molaba. Y lo conté. Y allí aparecieron justo un par de minutos antes, sentándose los seis que decían llamarse amigos para ser observadores y críticos de la situación. Al final la pretendienta apareció subiendo los últimos escalones, mirándome y yo sabiendo desde ese mismo instante en mis ojos recorrieron su figura y su cara que ni por asomo esa relación podría llevarse a cabo, sin entrar en más detalles respecto a la crueldad de los vecinos de patio.

"Supongo que después de la tercera vez me dediqué a hacer un estudio sobre el azar y

ella seguro que otro sobre la estupidez masculina".

Pasada la adolescencia, con la banda sonora de Dirty Dancing pegando cuerpos al ritmo más romántico de “The time of my life”, le pedí a María, una de las de la pandilla donde no existía más que la amistad y complicidad pura, que podía saltar con toda confianza a mis brazos para elevarla tal cual Baby Houseman. El final fue desastroso con los dos en el suelo y la fortuna que María no se rompió la crisma contra los puntiagudos pies de unas columnas de la disco Olimpus.

Lo malo es que France Gall hoy se ha ido, con esa feminidad hasta el final y aflorando en mí algunos recuerdos. Se fue como una muñeca de cera, como una muñeca de sonido y ella, ella tiene esta alegría rara, este don del cielo que la hace bella. Decían algunas de sus letras.

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