Bridwell fue de esos que pasan por tu vida influyendo en parte de ella a través de sus libros y su biografía. Por eso hace un tiempo ronda en mis entrañas un texto que realmente me haga reconocer que tengo ídolos, algo a lo que siempre creí negarme. En aquellos años que, por una cuestión rebelde o de desobediencia, te dejas el pelo largo y te identificas con sus relatos cuando escribes el tuyo redactando una escalada de seiscientos metros por la pared norte del Urriellu, acompañando a un maestro cascarrabias, porque tu no eres más que un arrastrado que se mueve por una pared hacia arriba, para conmemorar los cien años de la primera ascensión a esa montaña.
Ahora, después de tres días en cama, pasando una gripe que me tumbó más que ninguna, me dejo caer con algo de ánimo por el teclado y la rabia que marca la inquietud por ver el sol a través de la ventana y no poder escapar un par de horas a la roca de la Serpal, por ejemplo. O ver como semana tras semana los planes de nieve se esfuman porque los días no cuadran por los trabajos y si lo hicieron fue la climatología quien no se coordinó con nosotros.
En estos tiempos de quiero y no puedo sabías que había un pajarraco que andaba echando sus últimos vuelos, un tal Jim Bridwell. Aunque sus alas ya no se desplegaban para alcanzar las regletas de las paredes verticales del mundo sino para ir esquivando a otros pájaros negros que traen mal agüero. Y se lo llevaron y seguro que vuelan juntos sin rencor alguno, porque es lo que toca y él lo sabía.
Vivió duro en todos los sentidos. Hasta que sus vísceras no pudieron más. Lo que más me gustaba de él es que escribía con la misma pasión sobre sus trayectos alocados en coche, sus cervezas y la cantidad de buriles que habían metido.
...<<Tal vez sea importante - insistí.
En los últimos tres largos hemos hecho 35 agujeros, se nos han roto seis o siete buriladores, hemos colocado seis buriles de expansión y 29 rivets. Me estaba preguntando cuántos nos quedan, ya que solo estamos a mitad de pared>>...
Sombras, 1989
Billy Westbay, Jim Bridwell y John Long. Yosemite 1975