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Foto del escritorRubén Suárez Carballo

MONTAŇAS SENCILLAS


Ascendiendo montaňas y pintando cielos con un arcoíris muy oportuno.

Muy malas condiciones para la nieve en Pirineos.  El Aneto esta vez se quedó sin cumbre aunque llegamos a Coronas y todo el marrón centrado en la cara del glaciar.

Subimos desde Benasque en coche por una carretera tallada sobre un desfiladero que gana en espectaculares y profundos abismos, recordando desde las ventanillas trágicos trayectos de sudamérica por donde pasamos en más de una ocasión. La nieve cortó la pista a unos cinco kilómetros del refugio de Vallibierna. A partir de ahí la comodidad del asiento pasó a los sudores de cargar la mochila al hombro y pisar el manto blanco hasta un refugio que, contrario a las previsiones que llevábamos, estaba solo para nosotros y un moribundo pajarillo que acomodó su último día y su última noche. 

Las tormentas cayeron sin tregua a partir de las nueve y media cuando ya estábamos anidados en el calor de los sacos, pensando en el madrugón y confiando en una benevolencia climatológica. Con rayos y truenos, la última cayó a las seis de la maňana, justo en el instante que los sonidos de un despertador levantaron al primero a las cinco menos cuarto tal y como habíamos acordado, mientras tanto mantenía recelosos a todos los demás.

- Nacho, yo de ti volvía al saco - le dije mientras afuera el temporal arreciaba.

Y la realidad parecía dejar claro que no habría más opciones. Sin embargo a las nueve de la maňana el cielo quiso abrir una posibilidad que sin dudarlo aprovechamos para disfrazarnos de pirineístas y salir al intento de la cumbre de los 3.404 m. del Aneto.

El bosque te adentra en un espacio mágico, casi druídico, con una ascensión que enseguida gana desnivel siguiendo el curso de un río que se precipita moldeando un hermoso y vertiginoso paraje.

El bosque dejó paso a la montaña y después la montaña con un buen tramo ya ganado, nos hizo desistir dadas las malas condiciones a las dos de la tarde, volviendo ladera abajo hacia el refugio y de ahí al coche que nos devolvió al valle y a la comodidad de un hotel.

Noche con amanecer lluvioso y frío en Benasque y la decisión de salir hacia el País Vasco para tocar las cimas de Aizkorri y Gorbea, obviando por la persistente adversidad climatológica, la cumbre de la Mesa de los tres Reyes a cambio de ascender hasta el primer piso de una fonda en Miranda del Ebro y otra cena en el norte en un patio con aire andaluz llamado La Corrala.

Actividad sencilla, sin dosis de adrenalina pero imborrable en experiencia sobre un paisaje extraordinario donde la variedad del color verde se extiende tanto como los adjetivos que puedan definir la belleza. 


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