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Foto del escritorRubén Suárez Carballo

PAPARRUCHAS y DE LA QUE VAS, PLAS.


Siempre he dicho que con Andrés Villar no soy más que un Sancho cuya panza pasa por llevar una mochila en la espalda y no una barriga que testimonia un buen apetito y una buena sed de vino, aunque no quita que a uno le guste empacharse de viandas y castigar el hígado de vez en cuando con caldos tintos o blancos.

Creo que nunca podré decir que soy un escalador cuando voy con él, porque voy detrás, y nunca con la misma destreza que el tipo este lo hace. Más bien, debería calificarme como un paseante del Urriellu o Naranjo de Bulnes cuando hablamos de esta montaña. Y la verdad, cuando voy solo o acompaño la aventura con otros, mi instinto cambia y asumo la responsabilidad de tirar delante y marcar el ritmo.

Escalar con Andrés es el privilegio de ver como un aperturista nato repite sus vías treinta años después y uno se mueve por recorridos verticales y expuestos que reflejan las críticas o advertencias de peligro, tan simpáticas como terroríficas, que otros dejaron escritas en los libros de piadas del refugio de la Vega de Urriellu. Aquel "Danger, chapa coca-cola" es tan real como la debilidad de un delgada lámina de aluminio empleada en la década de los ochenta para superar un tramo delicado de la escalada.

Lo que más me mosquea es ver como, aún con el artilugio ese roto, el Villar de Urriellu sin el entrenamiento de aquellos años, sigue con el coco tan armado para tirar hacia arriba en uno de los tramos de caliza más fantásticos de la mítica montaña. Quizá haya que aplicar el dicho de "el que tuvo retuvo" pero por el camino de la edad y la falta de dedicación diaria que cosechó en otro tiempo, conlleva aún así entrar en un limbo de lo que se denomina "nivel", en un mundo actual donde los "extraterrestres del grado" dominan la galaxia de la escalada.

Como ya he dicho, mientras él escala yo paseo o me arrastro detrás, pero sí puedo asegurar que este individuo, si hubiese nacido hoy o su vida hubiese continuado ligada diariamente a la montaña quizá le correspondería estar en la élite del alpinismo. Aunque por mi parte no puedo volver a repetir otra cosa que lo suyo para mí pasa por ser lo que fue: un maestro.

Y hay algo insaciable en su espíritu que nunca empacha su hambre de abrir.


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