Septiembre me dejó un momento muy especial. Música y montaña son compatibles cuando los sentimientos se unen en la emoción, cuando los amistades desde la infancia se reencuentran en la mejor de las casualidades y comparten una comida. La misma que uno siente cuando se queda pasmado ante las pinturas del Museo del Prado, donde los cuadros parecen sacados en 3D y es tu Sister quien, con una pasión reflejada en el conocimiento, te los va enseñando y explicando. Y aquí todo se mezcló entre escenarios y escenografía, entre lienzos y la tertulia en la terraza de una cafetería, entre escaparates y el papel. Ahi, con los recuerdos de haber hecho la presentación de "40 aventuras al final del camino" en uno de esos espacios cerrados repletos de paisajes que se abren con las páginas de los libros y los textos te sumergen en las más fascinantes experiencias.
Así fueron dos días en Madrid. Intensos y a flor de piel.
Un sueño cumplido, aunque U2 nos quedase algo pequeñito desde el punto más alto en la grada del WizinkCenter mientras sus ritmos sí llegaban en directo al corazón.
Gracias Sister Noemí y Dani por la invitación.