Kike llevaba insistiendo mucho tiempo. Habíamos compartido muchas aventuras juntos, sobre todo de río y kayak. Vivimos muy cerca, con tanta proximidad como dejadez y malas coincidencias de horarios tuvimos por delante para ir posponiendo actividades.
Y no debemos permitir que eso suceda. No podemos dejar que el reloj y el calendario avance sin saber encontrar un hueco para algo tan fundamental como vivir. Y es que los aventureros tenemos ese espíritu que finalmente se impone y nos empuja a encontrarnos con nuevas experiencias. Nos da igual el escenario, nos da igual que sea agua dulce o salada; la altitud de una montaña o la profundidad de una cueva.
La piragüa era la que nos esperaba y la Ría de Arousa el terreno de juego. Pero el perfil en la playa del mástil de un catamarán, desnudo de vela y foque, nos llamaba a gritos a través de un Eolo que hacía volar los kite surf concentrados en la zona. No pudimos evitar el cambio de planes y dejar que fuese ese viento quien nos empujase en la correría, aunque Eolo se fue para dejar una navegación incompleta al final de la tarde, nos llevamos en los labios el sabor del salitre y en la retina los arroaces nadando a nuestro lado con la figura de sus aletas y sus lomos sobre la superficie del océano al ritmo de su respiración resoplando al aire estrépitos de agua y oxígeno.
Si todo parece ya idílico a pesar del viento frío, el síndrome de Estendhal emerge ante el encanto de una pequeña isla que debemos proteger a toda costa. El islote de O Aeroso, donde la historia megalítica y la estampa paradisíaca se mezclan en algo que se define como belleza.
La suerte es conocer a gente increíblemente amable y protectora con el medio como Marta y Arturo que, literalmente, me abrieron las puertas de su casa y su cocina. Su periplo vital les llevó a encontrar un destino que les hace feliz mostrando a través de su empresa de turismo activo la vida de A Illa y su entorno navegando a golpe de remo y mil sensaciones sobre un pintoresco paisaje, donde la calma y la bravura conviven para unirse a una experiencia fantástica.
Sois magníficos y eso también lo demostraron todos los barcos que nos cruzamos donde sus marineros saludaban a Arturo alzando los brazos con efusividad desde la cubierta. Nosotros somos unos piratas que nos llevamos en los ojos y en el corazón el sentimiento del mejor tesoro.
Feliz Navidad piragüilla !!
