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  • Foto del escritorRubén Suárez Carballo

AVENTURA BLANCA

Actualizado: 1 nov 2020


Comenzó el año y no tuve mejor ocasión que hacerlo inmerso con unos compañeros de trabajo y amigos en el manto blanco de los Picos de Europa y del Macizo del Cornión.

Como siempre, lo primero la meteo que se mostró inmejorable a principios de Enero, regalando unas extraordinarias condiciones de hielo que fueron aprovechadas por los fanáticos del frío y sobre todo por esos extraterrestres del grado que se meten en los recorridos más complejos de la Peña Santa o de la Torre de Santa María.


Nosotros, como pisa prados que tocamos la nieve unas tres veces al año (cuatro ya es algo excepcional), buscamos nuestro terreno de juego asequible al nivel de exposición. El destino era la Canal Estrecha y el Corredor del Marqués.

La cueva del Collado de la Fragua nos acogió con benevolencia, envueltos en un halo casi prehistórico si no fuese porque conseguir el poder del fuego resultó tan fácil como darle candela con un mechero a los hornillos.


Salimos antes que el sol y llegamos al Jou Santu con un cielo rojizo que se abre al amanecer por encima del Macizo Central. Observamos la montaña como una catedral del alpinismo donde unos puntitos en su cara norte dan inicio a su actividad. Nosotros seguimos un poco más, serpenteando entre lomas de nieve hasta alcanzar la boca de la Canal Estrecha pero, sin darnos cuenta, nos introducimos en un terreno de aventura que al final supimos recibía el nombre de "Canal estrecha escalonada".

Por ahí anduvimos, encontrando un par de clavos que señalaron la primera reunión y unos metros más arriba otro que marcaba la línea de los que escalaron años antes. El trayecto nos acercaba a una cueva de hielo debajo de un buen resalte de roca, no sin que antes de alcanzarlo, agujerease con un tornillo el agua congelada para asegurar la ruta. En el nicho no había signo alguno que indicase la presencia humana. Nada, ni un clavo, ni un cordino, solo nieve y roca. Otro tornillo en un hielo fantástico, los piolets en posición y un buen asentamiento para los crampones conformaron la segunda reunión en la que esperé a mis compañeros.


Cuando llegaron, continué con los sudores de ir delante. Salí a la izquierda por intuición, superando un resalte y asegurando el paso con otro tornillo, clavando piolets y cramponeando, claro... Oteaba algún indicio que dirigiese la escalada, resoplando porque no sabía si mis ojos no veían o era el olfato el que se negaba a encontrar cualquier rastro. A unos veinticinco metros de donde estaba, puse mi atención en el espolón rocoso de mi izquierda que nos separaba de la Canal Estrecha, buscando una fisura donde meter un friend o mejor un par de ellos cuando me gritaron que faltaba ya poca cuerda.


Buscando la manera de entendernos salimos en ensemble, yo hacia la derecha al encuentro con un cuello de botella en la parte más complicada y expuesta de unos 65º tal vez y ellos hacia esta precaria reunión, así que entre algo de técnica y otra de suerte fuimos capeando. En el cuello de botella el hielo estaba perfecto pero una pequeña fisura de roca aparecía perfecta para probar un clavo en "V". Martilleas con el piolet y ese clan clan clan te hace respirar con alivio, sobre todo cuando ves que hacia arriba la protección puede dejar que desear. Metro a metro, sobre todo cuando desde abajo ya te van advirtiendo que apenas te queda cuerda, alcanzo una zona puntiaguda que se llama cumbre o algo similar a esas agujas que acompañan a la Peña Santa.


Con un anillo de cinta rodeando una roca establecí la última reunión y el mismo anillo sirvió para quedar en aquel punto e iniciar el descenso en rapel por la misma vía. De la cima al solitario clavo, del clavo en el cuello de botella a saber hasta donde llegábamos aunque la Providencia apareció en esta parte descubriendo dos parabolt con anilla de los que no daba crédito y sobre todo como había sido posible no verlos mientras pasábamos los sudores del ascenso. Entre risas y preguntas nos sentimos más tranquilos que nunca en aquella reunión. De ahí al agujero de hielo donde dejamos un clavo en "U" que entró hasta la mitad y estrangulado por un cordino, última reunión y salir de este escenario olvidado de la Peña Santa regresando hacia el hogar dulce hogar de la Fragua.


Para el fin de fiesta tocaba relax en la Torre de Santa María que posee sobre mi el indeleble recuerdo de haber sido la primera montaña que contemplé en mi vida. Recorrer su cicatriz que la cruza en diagonal y su pasillo de hielo al encuentro con la arista final es una aventura sencilla, una ruta clásica que no deja de emocionarme mientras escalo hacia su cumbre, mientras siento el alpinismo, mientras su decorado deja tan buenas imágenes en la retina. Y si los amigos te acompañan y la disfrutan tanto como yo, mejor aún.






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