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  • Foto del escritorRubén Suárez Carballo

ENCUENTRO ESCALADORES HISTÓRICOS DEL PICU URRIELLU

ARENAS DE CABRALES (Asturias), A 31 DE OCTUBRE DE 2021.





Entre estas dos fotografías hay casi treinta años de diferencia y una montaña: El Picu Urriellu o Naranjo de Bulnes.

Llegué hasta ella en 1994 con una camiseta de algodón y el nombre de mi pueblo estampado en el pecho. Subí con emoción hasta tocar su pared. En ese instante sentí que la pasión y la aventura me llamaban. No tenía ni idea de lo que era escalar, ni nadie con quien aprender salvo un viejo libro del alpinista César Pérez de Tudela y ser autodidacta.


¿Quién podía ser alpinista en Negreira?

Aún no sé como no me maté en los puentes de nuestra zona aprendiendo a descolgarme con el mínimo material que pude comprar. Unos años más tarde pisé

su cumbre con los amigos que con el tiempo fui haciendo en Cangas de Onís. Tres fisureros que repartimos entre dos cordadas. Tuve suerte que a Jar y a mí nos tocaron dos mientras que Félix y Chou se la gestionaron con uno. Una mera anécdota comparada con verdaderas proezas, empezando por la de la primera escalada en 1904.



Hoy, en Arenas de Cabrales y con la exquisita organización de un evento que duró tres días, Bernabé Aguirre orquestó un “Encuentro de escaladores históricos en esta montaña”. Supongo que lo de “históricos” nos convierte de alguna manera en “viejos” pero lo que más me sentí fue un privilegiado al verme entre tantas y verdaderas glorias de España recibiendo un recuerdo conmemorativo por las vías abiertas en sus paredes. Y si las tengo solo se debe al nombre de un amigo que el destino nos cruzó. Recuerdo aquella tarde cuando lo conocí y la puerta de su casa me abría a todos esos sueños, a estar una vez más y especialmente hoy en las tierras Cabraliegas, poniendo cara a tantas gestas de las que había leído, a hablar con sus protagonistas y, en cierta medida, a ser una insignficante parte de ellos; a intercambiar impresiones y a perpetuarnos con un sinfín de fotografías. A saludar a buenos amigos, a grandes Guías de Montaña. Las montañas se humanizan cuando se conocen sus historias y se inmortaliza a los que se quedaron en ellas.

Vivimos en un mundo deportivo, de números y grados. Yo soy del viejo clavo, del estribo y de la técnica artificial cuando el paso se complica. Pertenezco a la única idea de alcanzar la cima para contemplar el paisaje y lo hermosa que es la vida cuando estos inmensos y abruptos Picos la llenan.


Desde el viernes hasta hoy fueron unos días maravillosos y entrañables.

Tal vez uno no sea profeta en su tierra que ama y vive, pero si llevo a Cangas de Onís en mi corazón y a Arenas de Cabrales en mi espíritu, solo puedo decir que mi alma de escalador está ligada al nombre propio de Andrés Villar Murillo. Sin él un servidor nicrariense no viviría unas jornadas y un día tan excepcional. Bueno, si, las seis veces que abrimos una ruta en las verticales del Naranjo, en las cuatro inolvidables y duras horas que nos costó sacar un extraplomado largo de 30 metros en la Cara Norte y otras muchas que nos fuimos a escalarlo. Me quedo con las lágrimas y el abrazo tan afectuoso que nos dimos esta mañana, que fueron tan fuertes y sentimentales como el día que culminamos los 670 metros de la vía CENTENARIO; que de todas es la que más siento dentro de mí. Fue mi ¡¡HURRA!! particular.



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