UN VIAJE AL ESPEJISMO
Es posible que la fotografía que abre esta publicación no acompañe mucho al titular, pero de lo que no hay duda es que hace justicia a las palabras del subtítulo.
Octubre encendió el otoño con la explosión de colores. Una paleta de verdes, ocres, marrones y rojizos en todas sus variables. En lo que llevamos de mes, puedo decir que va compensado con la necesidad de sentir la aventura. Esa suerte de actividades que nos embriagan de sensaciones, curan el alma y sosiegan el espíritu inquieto.
Lo empezamos el primer fin de semana con un viejo conocido. La vertiente de Pino de Val nunca defrauda y nunca deja de cansarme. Variaciones de caudal, lluvia y un bosque autóctono en el que debemos poner todo el empeño en preservar. Esta vez volvimos cuatro amigos al barranco de Gosolfre, con el tiempo justo que nos obligó a retirarnos sin enlazar con la cascada de San Paio. Ese espectáculo vertical que no decepciona.
Siguiendo una crónica, los días de la semana pasaron por la escalada en los rocódromos del puente y el techo cubierto de Indoorwall. Pero el verdadero interés venía por un viaje de dos días a Serra do Courel. El mundo frágil, que siempre es un placer para los sentidos. Forgas do Fial, del que la foto de arriba y otras dan fe de un lugar mágico en la aldea restaurada de Serceda. Decir que unos amigos ebanistas de Negreira se encargan de la restauración de una de las viviendas.
Forgas do Fial es una pequeña garganta donde, a casi cielo abierto, se dan muchas de las formaciones que podremos encontrar en una cueva. Es un puro espectáculo del trabajo de la naturaleza. Estalagmitas y estalactitas a punto de unos cientos de años para tocarse y dar vida a una "columna". Porque las piedras aquí sí tienen vida, sí respiran y beben en esa delicadeza que hasta con solo mirarlas da miedo causarles un daño irreversible. Bebimos en una cantina enxebre que ese mismo sábado cerraba sus puertas hasta la próxima temporada. Dormimos en la plaza de Folgoso de O Courel, despertando con la tentación de uno ya descendido. El más empinado, largo y abismal tajo de todas estas montañas: el Rego do Val.
Pero nos fuimos carretera abajo, buscando un hermano más pequeño y menos técnico pero no menos digno que cualquier otro de ser conocido y finalizar dejándonos llevar por la corriente durante quinientos metros. Casa Pepe, dio buena cuenta de la comida después de encontrarnos con unos amigos que venían de descender Rego do Val.
..."Era de esas deudas pendientes y se saldó con la mejor experiencia"...
Y sí, volvimos a la escalada, a la de interior por una lluvia que solo aceptaba estar a cubierto. Utilizamos la resina para fortalecer los dedos, para coger un poquito de ritmo y organizar un sábado con un vigués que guarda en su mochila un buen curriculum alpino. Con Luis Solla, Albano y yo nos dimos un buen y precioso paseo por las grietas de la vía Pinos, en Faro Budiño. Era de esas deudas pendientes y se saldó con la mejor experiencia. Además siempre enriquece ir de la mano de un histórico que te va contando como es la zona, como se desarrolló la escalada y las locuras que allí se hicieron hasta la llegada de los extraterrestres del grado deportivo.
Nosotros somos más de sueños y yo soy más nostálgico que un fiera de los pasos imposibles, aunque para todo se puede intentar siempre y cuando uno quiera dejarse la piel en la roca y cayendo mil y una veces.
Todo fue un lujo. Me dejaron abrir los dos primeros largos y dejé los dos últimos para Luis. Disfrutar fue poco, saborear este paraje de granito que alcanza los cien metros, significó marcharse, después de un buen bocata sentados en una piedra y contemplando el mundo, con ese aire que lo cura todo. Hasta los malos momentos que uno pueda arrastrar.
Y lo mejor aún está por venir. En Arenas de Cabrales se organiza un "Encuentro histórico de aperturistas del Picu Urriellu". Con eso de "histórico", uno se da cuenta de que va haciéndose viejo...
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