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UN ERROR DE CONFIANZA

Con el correo del Zar.jpg

Dicen – las buenas lenguas – que soy muy amigo de las citas. Espero que nadie se inquiete porque no se trata de un Firs Dais ni quedadas por el estilo y menos aún citas a ciegas porque en realidad necesito la luz para ver la letra. Me refiero a recursos retóricos empleados sobre algún texto, discurso o conversación. De mi biblioteca, uno de los libros más abiertos pertenece a los autores Josep Albaigès y M. Dolors Hipólito. Es rara la ocasión que no caiga en alguna de sus páginas para consultar, curiosear o simplemente aclarar la mente leyendo unas breves líneas en este vademécum que recopila las mejores frases del siglo pasado abarcando una amplia variedad de asuntos que van desde el arte hasta la violencia.

Escribir es uno de los oficios más solitarios del mundo

Escribir es uno de los oficios más solitarios del mundo”, decía el crítico musical Bill Adler. Y es cierto. La soledad, el ambiente y el silencio son parte del decorado que atrae la inspiración que en ocasiones, y solo en algunas ocasiones, el mutismo es roto por una música que actúa como cebo hacia las musas. Además, sentarse a darle a la tecla conlleva una especie de ritual y los que somos ocasionales y aficionados, sin un horario de currelo para la escritura, esperamos a que surja y punto.

El primer paso para mí es el título. Sin eso no hay avance. Son los cimientos para levantar la estructura literaria. Cuando me siento a mi mesa de trabajo – ya les hablaré de ella porque tiene su historia – tengo que llevar puesto el enunciado. A veces asoma por algo inesperado que reclamó mi atención en un momento cualquiera y otras ya viene masticado de mucho tiempo, tanto, que ya parezco un rumiante dándole vueltas a la idea. Decía lo de ritual porque cuando me dispongo a dar rienda suelta al vocabulario, acostumbro a caer en un peregrinaje de mil disculpas antes de registrar una sola línea. He llegado a auto analizarme creyendo que me aterroriza el intento de crear un relato o un artículo que, lejos del miedo escénico, surge como un temor al fracaso de la imaginación y a no tener dominio sobre el texto, con la idea que podría llegar a ser tan pobre que ni yo mismo sería capaz de tragármelo. Un infumable como se dice.

...“Lo difícil no es escribir, lo verdaderamente difícil es que te lean"...

 

Lo normal es que después de pasar por varios intentos, arranque el encadenamiento de las palabras creando algo que tenga sentido. A partir de ahí aparece otra cita que hace de preámbulo al momento más complicado. “Lo difícil no es escribir, lo verdaderamente difícil es que te lean”. Pertenece al caricaturista y periodista español Manuel del Arco que la hizo pública otro colega en 1993, Ricardo Pastor, en su libro “Recuerdos de un periodista intruso”. Del Arco tiene razón. Hoy escribimos cualquiera y la facilidad de publicación que ofrece interné hace que los más burros podamos sacar a la luz un cuento a través de un blog o el caralibro. Sin embargo para mí, no deja de significar en cierta medida un poso de vacío cuando toda la magia de una historia reside en el papel. En la tendencia de los tiempos actuales donde los periódicos y las revistas empiezan a correr un riesgo serio de desaparición con tanta tecnología en la mano, defenderé por encima de todo que nada puede compararse al efecto relajante y satisfactorio que causa pasar página y el encanto de una buena maquetación entre el texto y las fotografías que lo acompañan; o el embrujo que tiene terminar un libro y buscarle su sitio en la estantería. Y quiero pensar que ese riesgo es el mismo que corrió la radio con la llegada de la televisión. Que tanto la radio como el papel convertido en noticias, reportajes o novelas son imprescindibles.

 

Decía de mí que no publicar en tapa dura o blanda es un vacío, es sentir la realidad de no ser escritor. De hecho, suelo contestar cuando alguien tiene el atrevimiento de enumerar algunas de mis inquietudes que con más o menos acierto acostumbro desarrollar.

 

- Este es mi amigo – dicen. Hace esto y aquello y también es escritor – apostillan.

- No – respondo. Eso no, los escritores son los que publican libros de verdad, de los que se leen y no se abandonan antes del primer capítulo.

..."No me imagino haciendo esto en un ático y a esta hora con mi vieja Olivetti Lettera45

y su tac tac tac martilleando la madrugada".

Para publicar con una editorial tienes dos opciones, realizar un trabajo comercial como un vendedor de enciclopedias o de compañías telefónicas y seguro que mil portazos en las narices o ganar un premio literario. Lo malo es que para eso hay que presentarse con el riesgo elevado de perderlos en cuyo caso, personalmente, supone darse de bruces con la realidad y verte como un aventurero de la narrativa o del verso sin pena ni gloria y que solo acumula desvelos porque en su cabeza existe algo que quiere contar. Como hoy, que a las cinco de la madrugada a las musas se les dio por romperme el sueño y aquí me tienen, aporreando el teclado casi silencioso del portátil. No me imagino haciendo esto en un ático y a esta hora con mi vieja Olivetti Lettera45 y su tac tac tac martilleando la madrugada.

 

El caso es que le eché bemoles con alguna incursión por el mundo editorial, a riesgo del golpe psicológico que eso puede significar como advertía, pero entre una guía, algunos reportajes para revistas que hasta me llevaron al Círculo Polar Ártico y un par de publicaciones en un recopilatorio de relatos de viaje, por ahí estamos en alguna que otra encuadernación. La última un libro donde aparece uno que titulé “Los exploradores saben morir” y que debió interesarle un mínimo a alguien que fallaba un concurso que lo valoraron de alguna manera en el verano de 2018. No fue gran cosa pero se me antojó como un estímulo en un momento bajo. Un golpe de ánimo, vamos. Lo malo es que cuando me avisaron de Ediciones del Viento para que repasara el texto y le diese el visto bueno, caí en el error de la confianza reenviando el documento guardado en bruto y que siempre archivo en una carpeta del disco duro cuando en realidad tendría que haber remitido el que ya aparece corregido y con el punto y final definitivo en mi blog, en el mismo que usted está leyendo esto.

 

Así que si un día, por casualidad, ven un libro que se titula “El correo del Zar”, sepan que entre sus capítulos aparece uno que no es otra cosa que un borrador. Por si no le encuentran sentido a la historia.

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